Opinión
Juana Rivas, ¿víctima o culpable?
«Cada casa es un mundo, qué sabremos nosotros». Latiguillo típico de mi madre cuando comentamos ciertas noticias mediáticas, con padres e hijos de por medio. Haré honor a mi progenitora: no seré yo quien señale con el foco acusador a Juana Rivas como esa madre fría, usurpadora de hijos, desequilibrada, incapaz. No seré yo, porque me tocó entrevistarla alguna vez y, en aquellos ojos vi, fundamentalmente, a una mujer aterrada y perdida. A una madre que hablaba de un marido monstruoso, maltratador, temible. Probablemente, en sus largas exposiciones televisivas, ella estuvo en aquel entonces muy mal asesorada. ¿Acertó Juana llevándose a sus dos hijos del lado del padre, en Italia, y escondiéndolos durante tantos meses aquí, en España? La justicia no lo duda, sentencia para ella cinco años de prisión, indemnización a su ex pareja y pérdida de la patria potestad durante seis años. Su defensa pedirá el indulto, aunque lo tiene bastante complicado. Juana Rivas nunca estuvo en mi casa, huí del eslogan masivo, pero esa mirada suya me taladró, lo mismo que a millones de personas. Espero que esos dos niños, los más afectados, asuman con tranquilidad los acontecimientos y la decisión de los jueces.
Estoy pensando ahora en esa otra madre de Pontevedra, castigada con dos años de cárcel y orden de alejamiento de su hijo de 10 años por haberle abofeteado (ese día, el niño no quería ducharse). A priori, y desde el desconocimiento de las circunstancias de esta familia, esta otra sentencia me parece desproporcionada. Qué dolor, sobre todo, no poder acercarte a tu hijo a menos de 200 metros... Qué terrible haber llegado a las manos, haber perdido el control de esa manera. Desconocemos las circunstancias que rodearon el hecho, la relación que tienen madre e hijo, madre y ex marido denunciante, pero el juez sí tiene esa información y habrá que confiar en su sentencia. Tal vez haya más que no sepamos. Tal vez «cada casa es un mundo», y vuelvo mi madre. De nuevo pienso en ese niño, en cómo asimilará estas circunstancias.
Los referentes de nuestros vástagos somos, en primer lugar, sus padres. En ambas sentencias detecto un nexo: se llama agresividad, falta de respeto. A uno mismo y, lo que es peor, al más débil. Las víctimas son los menores.
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