Opinión
Fichar para dignificar
Es cierto que en política se pueden tener cuatro carreras y hablar otros tantos idiomas y ser un perfecto inepto para esta actividad, o carecer de estudios universitarios y no tener más formación que la fábrica, el campo o la escuela de la calle y hacer más que nadie por la ciudadanía desde las instituciones, pero lo que a día de hoy parece innegable es que nuestra política, ámbito mal visto y peor pagado, no está sobrada de elementos que sobresalgan a la hora de dignificar la representación de los ciudadanos. Todavía queda por concretarse alguna sorpresa que veremos cerrada esta semana, pero los fichajes que hemos ido conociendo para engrosar en puestos relevantes las listas de PP, Ciudadanos y VOX, procedentes del mundo intelectual, el periodismo o la empresa –eso que llamamos la «sociedad civil»– demuestran, con independencia de los resultados que puedan darse el «28-A», que existe inquietud por salir al paso desde los procelosos meandros de la política, de unos síntomas de alarma en el país, no tan relacionados con la situación económica como con la amenaza de inestabilidad institucional derivada del permanente desafío al estado. Nada está escrito en lo relativo a una inclusión en listas electorales de perfiles ajenos al movimiento diario en el engranaje de los partidos, de hecho la experiencia en los últimos años brinda ejemplos de todos los colores a la hora de acertar o equivocarse, pero desde luego algo parece ya de entrada garantizado de cara a la próxima legislatura al menos en un parlamento convertido en circo de varias pistas, como es un salto de calidad en el nivel de previsibles referentes entre las bancadas. Que entre otros casos Marcos de Quinto, Cayetana Álvarez de Toledo o José María Marco, procedentes en este caso del mundo de la empresa, la docencia o el periodismo ocupen previsiblemente futuros escaños en Congreso o Senado y hasta tengan un papel de cierto protagonismo, siempre será más gratificante que asistir cada semana dentro de los periodos de sesiones a los espectáculos de «impresora» que nos seguirán regalando otros portavoces de más discutible bagaje profesional e intelectual.
La llegada a la primera línea de los partidos de personajes no curtidos en los «aparatos» y con unos cuantos años de cotización laboral fuera de la política siempre es una bocanada se aire, por mucho que los periodistas nos empeñemos en buscar, más en lo que dicen que en lo que hacen, a inexpertos e ingenuos actores de la táctica y la estrategia en el navajero patio político y este es precisamente uno de los «chips» susceptible de cambiar entre quienes nos encargamos del análisis desde los medios de comunicación, tal vez tan obsesionados por que el interlocutor nos dé «juego» que acabamos olvidando la faceta que puede ofrecer al interés público desde su experiencia intelectual o profesional. Los fichajes sobre todo cuando llegan «libres de cargas» legales y éticas siempre merecen el beneficio de la duda porque, a diferencia de mucho político profesional, cuando el cargo les abandona tienen una actividad a la que regresar. Sensible detalle.
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