Opinión
Pablo Iglesias, errores y aciertos en su vuelta
Creo que no descubro nada si digo que Podemos, Unidas Podemos, sigla oficial para las próximas elecciones generales del 28 de abril, en los últimos tiempos, ha vivido sus peores momentos desde su creación. Que es una marca política y electoral cada vez más difícil de entender por la telaraña de formaciones que la componen y que todas las encuestas coinciden en señalar un descenso muy importante en las expectativas de voto de una formación que cosecha deserciones importantes cada semana y concita críticas crecientes, incluso entre quienes deberían seguir apoyándola.
¿Qué debe hacer este nuevo y redivivo Pablo Iglesias
para volver a emocionar a los suyos y conseguir que
su formación política, la que él creó y moldeó -con
ayuda de otros, pero a su imagen y semejanza-
pueda recuperar el tono perdido?
Fundamentalmente, recuperar muchas de las
actitudes que en su intervención estelar del pasado
fin de semana en Madrid demostró que quiere
recuperar. ¿Será suficiente a tan solo cinco semanas
de los comicios? En política es difícil recuperar el
tiempo perdido pero en una situación política tan
incierta como es hoy la realidad española todo es
posible especialmente por el enorme cantidad de
ciudadanos que decidirán los últimos días.
Volver a la calle es lo sustancial
La más importante es la de recobrar el espíritu del
‘15-M’. Aquel sentimiento colectivo, de rabia y de
protesta contra los poderosos, pero a la vez de
esperanza, que se fraguó en la Puerta del Sol y en
las calles de muchas otras ciudades y pueblos de
España y que se difuminó, o en buena parte incluso
llegó a perderse por culpa de algunos episodios
negros del pasado reciente de esta formación.
Me atrevería a decir que a Podemos no le sentó bien, casi desde el principio, el paso del asfalto a la moqueta. De ahí la imprescindible autocrítica del pasado sábado, 23 de marzo: "Hemos cometido muchos errores, hemos dado vergüenza ajena, pero nunca nos hemos equivocado de lado".
Iglesias debe remangarse de nuevo y devolver la pasión y la ilusión a sus tropas, tanto a sus cuadros dirigentes como a sus militantes y a su público en general: los que le votaron y van a seguir haciéndolo, los que se han hastiado de algunos comportamientos poco edificantes y se habían refugiado en la abstención e incluso los que no se hubieran hasta ahora planteado votarle pero que si ven un Pablo Iglesias nuevo y reconstruido podrían hacerlo. Por ello, además de la autocrítica imprescindible, necesitaba paralelamente elevar el tono de la denuncia del sistema que siempre les caracterizó... ofrecer leña al fuego de su parroquia: "Tengo que decir algunas verdades que no se pueden decir en campaña’... ‘El Parlamento no tiene el poder que debería tener en democracia. Hay 20 familias en este país que tienen más poder que cualquier diputado".
El Iglesias de siempre vuelve por sus fueros. Es lo que se espera de él
Y es que Pablo debe volver a ser él mismo... aquel líder carismático que se-hizo-a-sí-mismo en la calle. Esto pasa, necesariamente, por quitarse los disfraces, habida cuenta de que el traje institucional no le ha funcionado. La difícil situación política por la que atraviesa España en esta precampaña electoral hacia la doble cita del 28-A y del 26-M debe servirle como palanca necesaria que le impulse de nuevo a las plazas, a Sol. Allí se hizo un líder, allí asumió un rol imprescindible como uno de los protagonistas de la ‘nueva política’, desde allí condujo un proyecto nuevo desde la nada hasta los 71 escaños que hoy tiene... y allí debe volver: "Hace cinco años tenía ciertas intuiciones de cómo funcionaba el poder. Después de cinco años, sé algunas cosas". No están demás las referencias hacia sus conversaciones con ‘altos directivos’ que, según él, le han revelado que harán lo posible (el SISTEMA) para que Podemos quede fuera, pero no conviene que abuse de ellas, no sea que empiecen a decir que practica un doble discurso y que habla demasiado con los poderosos. Ojo a eso.
Siendo todo lo anterior nuclear, no debe descuidar otras cuestiones de imagen como la venta final de la ya manida baja de paternidad. Sobre ella se ha escrito de todo, en redes y en los medios:
Pablo Iglesias debe mostrarse en este punto más inspirador que nunca y trasladar la idea y la imagen de que este break le ha humanizado; que le ha hecho más persona, que nunca ha dejado de serlo de hecho, y que quien piense que era un mero producto de ‘marketing político’, frio y sin alma, se equivocaba de medio a medio.
¿Errores? También... ¡cuidado con ellos!
Si Iglesias y los suyos quieren trasladar la idea de regeneración, no deben bajar al ‘barro’ más de lo necesario. En ese sentido sobraron los ataques a Carmena, que denotaron un cierto resentimiento personal. No se puede pasar en dos minutos del: "Estoy orgulloso de que Manuela Carmena fuera alcaldesa de Madrid..." al: "Me voy a permitir preguntar a la alcaldesa a quién va a votar en las próximas elecciones. No me hago ilusiones, pero vote a quien vote, creo que la gente no va a tolerar que se ponga de medio lado y no diga a quien va a votar".
Otro hándicap, no menor, es la siempre compleja y ambigua posición de los ‘morados’ respecto al conflicto catalán: "Que las banderas no tapen la dignidad de un pueblo que habla muchas lenguas pero que quiere llevar a sus hijos a un hospital y que funcione". Esta bien remarcar que lo importante es lo social, más que los himnos o las banderas... pero tarde o temprano deberá volver a definirse, y con claridad, si no quiere perder en Extremadura o Castilla La Mancha, por ejemplo, lo que pueda recuperar en Cataluña.
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