Opinión
Perdone usted
Evidentemente, la política moderna no parece que vaya a consistir en construir una posible administración futura que funcione, sino más bien en buscar a quién echar la culpa de supuestas cosas ignotas que pasaron hace siglos. No sé si eso será un planteamiento gestor útil, pero está claro que esa es la línea de acción de cerebros políticos tan privilegiados como Pedro Sánchez o López Obrador. Sánchez anda todo el día a vueltas con los restos de Franco de hace medio siglo. López Obrador va mucho más allá y se remonta varios centurias atrás para predicarnos quién tiene la culpa de un montón de hechos que no presenció, llamados por unos invasión y por otros conquista. Es un planteamiento original, pero para estar verdaderamente al día deberíamos llevarlo hasta el final y admitir que todos los Sánchez, López y Méndez de este mundo hemos sido afectados en alguna medida (por lejana que sea) de la previa invasión romana y exigir al actual ministro italiano Salvini que pida perdón por ello. Porque, bien mirado, al fin y al cabo, ¿qué nos trajeron los romanos aparte de explotación y sumisión? Bueno sí, vale, los acueductos. Pero aparte de los acueductos ¿qué nos dieron? De acuerdo, de acuerdo, también las calzadas, el alcantarillado y la red viaria. Pero, aparte de todo eso, ¿qué más? Bueno sí, también el derecho romano –que no es cosa menor- y el concepto de senado y de república. Pero es seguro que por su culpa no se hicieron más famosos los íberos y los tartessos de cuyas prácticas ignoramos casi todo, pero que seguro eran tan buenos y seráficos como lo son hoy en día (porque sí) los ciudadanos de capacidades especiales.
Por si fuera poco, entre las cosas que trajeron los romanos está mi nombre de pila que precisamente introdujo en España un centurión llamado Calvisio Savino que mandaba las tropas del emperador Augusto cuando vinieron a sofocar la revuelta de los cántabros. El hecho de que, por retorcidas razones, ese nombre italiano se haya terminado convirtiendo en el epítome de lo vasco debería hacernos reflexionar. Reflexionar sobre la estupidez de convertir las complejidades de cualquier proceso histórico en una cretina película de buenos y malos.
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