Opinión

Aznar y Abascal, duelo al amanecer

Leo que existen por ahí varios afortunadísimos seres humanos que, gracias a una extraña mutación genética, no sienten dolor, ni ansiedad, ni miedo. Ojalá investiguen cuanto antes a estas personas y comercialicen de inmediato la píldora correspondiente, ésa que nos asemeje más y más a ellas. Ya no quiero saber más del dolor. Me da igual que la píldora soñada reduzca, a la larga, mi inteligencia, por aquello de la ausencia prolongada de emociones negativas. Aquí hemos venido a ser felices, ¿no? Que la química nos lo facilite.

Y mientras espero el milagro pastillero, desespero escuchando ciertas voces políticas que piden a gritos abrir informativos. No por la calidad de sus comentarios, precisamente. Candidatos de todos los colores buscan con ahínco el titular más excéntrico, la frase más desafiante, rescatan debates manidos, abren melones innecesarios, inventan medidas sociales en modo automático. ¡Fichan a artistas y a toreros! ¡Cuánto colorido! Pero ojo con los nuevos, determinados personajes hacen fantasear con la pastilla del no dolor, no miedo, no desazón.

Señor Suárez Illana, con todo el cariño, ¿por qué se mete ahora, justo ahora, en el jardín provida? Ya sé que a Carlos Alsina no se le puede torear, pero vaya, ha tocado usted la moral y lo que no es la moral en su entrevista radiofónica. Qué necesidad de resucitar su argumentario sobre cuándo empieza una vida humana cuando nadie lo ha demandado, cuando la sociedad española y su propio partido, el PP, tampoco está por la labor de hablar del aborto. Le ha pasado a usted como a Santiago Abascal con las pistolas, a cuento de qué prometernos armas, si la mayoría no las queremos ni ver.

También los veteranos se equivocan. Pienso en el señor Aznar dirigiéndose, desafiante, al señor Abascal de la derechita cobarde. Y al rato, el señor Abascal responde vía Twitter. Estarían ambos espléndidos en una peli de vaqueros. Ahora mismo, no. No me sirven, como dijo el poeta. «No me sirve tan fría la osadía». Ahora mismo, todos estos discursos trasnochados me producen miedo, dolor o desazón. El próximo día entramos, si quieres, en el terreno pantanoso del Gobierno, en el mundo de los veletas naranjas, en los desbaratados podemitas. Si nos ponemos, hay para todos. Este juego lo ganará el partido que menos hable.