Opinión

La diputada que le planta cara a la mafia

Piera Aiello camina por los pasillos del Parlamento a cara descubierta. Un gesto corriente de no ser porque durante 27 años vivió como un fantasma, camuflada como testigo protegido de la Justicia. En las pasadas elecciones fue electa por el Movimiento 5 Estrellas y se convirtió en la primera confidente del Estado que accedía al cargo de diputada. Incluso entonces, durante dos meses, su carné no llevaba foto, ni se podía encontrar su imagen en la página web de la Cámara de Diputados. Las televisiones no la enfocaban durante sus discursos en el hemiciclo. Hoy, nueve meses después, enseña orgullosa sus credenciales, en las que por fin da la cara como una de las políticas que planta batalla a la mafia. 

Su historia comienza en Partanna, un municipio siciliano de la provincia de Trapani, de unas 15.000 almas, donde nació en julio de 1967. "En los años noventa, era como un far west. Muchas personas murieron o resultaron heridas porque se disparaba en mitad de la calle. Era un pueblo de huérfanos y viudas", rememora. Y en eso mismo se convirtió ella. Apenas cumplida la mayoría de edad, un jefe mafioso la obligó a casarse con su hijo, Nicolò Atria. Y días más tarde del enlace, un ajuste de cuentas entre clanes terminó con la vida del patriarca de la familia.  

Nicolò, que se dedicaba al tráfico de drogas, juró vendetta a los asesinos de su padre. De poco sirvieron los intentos de Piera para disuadirle, que lo más que consiguió fueron los golpes de su esposo. El joven, armado e inexperto, lo tenía todo planeado. Aunque antes que la satisfacción de la venganza, encontró la misma suerte que el mayor de los Atria. Una noche, un par de hombres entraron en la pizzería que tenían los recién casados y acabaron a tiros con el chico. "Murió delante de mis ojos y fue en ese momento cuando decidí que toda esta historia tenía que terminar, porque no es algo bonito levantarte cada mañana y encontrarte a los verdugos de tu marido", recuerda Piera.

Tampoco ella estaba demasiada instruida. Así que se puso en manos del mariscal de los Carabinieri del pueblo, que para la joven representaba la máxima autoridad posible. Fue él quien le presentó a un tal Paolo Borsellino, al que Piera no conocía, aunque debía tratarse de alguien importante, ya que era tratado con devoción. La diputada cuenta que entonces en su pueblo "las personas respetadas eran siempre los mafiosos". De modo que cuando ella llamó al fiscal "honorable", él respondió: "Llámame tío y así la próxima vez no habrá confusión". 

Borsellino fue asesinado en 1992, poco después de que 500 kilos de explosivos hubieran acabado con la vida del juez Giovanni Falcone, el otro icono de la lucha contra la mafia. Piera, ya viuda, se quedó también huérfana, sin su mejor aliado en el sistema judicial. Aunque eso no impidió que siguiera trabajando para las instituciones, ofreciendo toda la información de la que disponía.  

El precio a pagar fue tener que cambiar de identidad. Vivir siempre protegida, en un lugar secreto, adonde todavía hoy viene y va desde Roma. "Un día me dije que cuando muera, al menos recobraría mi nombre. Pero un funcionario de justicia me respondió que no, que el pseudónimo sería usado hasta en la lápida. Es decir, que ni siquiera después de muerta podría recuperar mi nombre y apellidos. Entonces intenté sin mucho éxito solicitar mi identidad. Hasta que llegó la oportunidad de entrar en política y acepté", relata. Por entonces ya había rehecho su vida, por lo que sólo tuvo que contar con la aprobación de su nueva familia. Otros partidos habían llamado a su puerta, pero Piera Aiello se convirtió en la candidata invisible del Movimiento 5 Estrellas.

Hizo campaña únicamente con el logotipo del partido. Ni una foto, ni un vídeo, ni un mensaje en las redes sociales con su nombre. Y a pesar de eso -o precisamente por ello- ganó con más del 50% de los votos en la circunscripción en la que se presentó, donde queda encuadrado su pueblo. Entró en el Parlamento y permaneció invisible hasta que el verano pasado acudió al homenaje a un agente, muerto en servicio en Sicilia. "Vinieron un montón de periodistas y cuando escuchaba a todos esos fotógrafos con el 'clic, clic, clic', pensaba que iba a morir", afirma. Era la primera aparición pública en casi tres décadas.

La diputada es ahora miembro de la Comisión de Justicia y de la Comisión Antimafia en la Cámara Baja. Y desde esa posición defiende que su Gobierno ha aprobado un decreto anticorrupción para sancionar a los políticos que reciben sobornos del crimen organizado. Con todo, hace décadas que la mafia se ha metabolizado en Italia. Todos dicen combatirla, pero parece imposible extirparla. Ya no es tan visible como antes, no da votos. Y, sin embargo, es al menos tan poderosa como antaño. 

Sólo quienes consagran su vida hacia ella pueden llegar a lo más alto. Como buena organización siciliana, la Cosa Nostra sigue presumiendo de atávicas costumbres, un código de conducta y hombres de honor. Settimo Mineo era uno de ellos, un “beato” para sus correligionarios, que cargaba con la gran responsabilidad de reconstruir toda esta parafernalia. Logró incluso sentar a la mesa a los jefes del resto de clanes, pero su divino encargo terminó en diciembre del año pasado, cuando fue arrestado junto a otros 46 mafiosos.  

Según el fiscal jefe de Palermo, Francesco Lo Voi, quien comandó la investigación, la clave para saber que aquella cumbre -que tuvo lugar el pasado mayo- era de primer orden es que “incluso líderes de las familias de la Cosa Nostra quedaron fuera del encuentro, sólo quienes habían jurado el mandamiento estaban presentes”. No hay dudas de que se trataba del consejo de administración de la mafia. Es lo que se conoce como la Cúpula, un comité creado a finales de los cincuenta, para repartirse el pastel entre las tradicionales familias de las provincias sicilianas y los mafiosos que habían regresado de Estados Unidos. 

La paz entre ellos propició el éxito común, hasta que en los años 80 los Corleoneses dieron un sangriento golpe de estado para imponer la dictadura. El histórico líder Totò Riina y su lugarteniente, Bernardo Provenzano, ordenaron matar a miembros de otros clanes y les declararon la guerra al Estado, con el asesinato de algunos de sus mejores hombres. La última vez que se había reunido la Cúpula fue en 1993, precisamente para designar un nuevo capo, tras la detención del hombre al que llamaban ‘La Bestia’. 

Desde entonces la Cosa Nostra carece de una estructura jerárquica como la de entonces. Se ha especulado con el liderazgo del jefe de la mafia de Trapani, Matteo Messina Denaro, pero siempre se ha dudado de que pudiera aglutinar al resto de familias. Fuentes policiales señalan que actualmente son dos sus principales preocupaciones: que en un momento de debilidad, la mafia siciliana vuelva a matar para imponer su ley y una segunda oleada de criminales retornados de Estados Unidos. Hace sólo unas semanas, Francesco Cali, considerado el líder de los Gambino, fue víctima de una emboscada en Nueva York. La muerte de Franky Boy demuestra que algo se mueve al otro lado del Atlántico y en Sicilia no son ajenos a ello. 

Es uno de los motivos que explican que los fiscales antimafia tengan pruebas de que los palermitanos intentan reconstruir la organización. Un movimiento que se ha visto acelerado tras la muerte en 2017 de Riina, al que ese sentido de respeto aún le confería una especie de patronazgo simbólico. Sólo uno de los históricos podía asumir el reto. De ahí que Mineo, a sus 80 años, fuera el elegido.  

Había sido detenido en varias ocasiones y juzgado en el conocido como Maxiproceso, en el que a finales de los ochenta se puso en el banquillo a centenares de mafiosos. Interrogado por Giovanni Falcone, Mineo respondió: “No sé de qué me habla, caigo de las nubes”. Una amnesia que no le privó de haber vivido desde entonces casi siempre en prisión por distintas condenas. Hace un año fue finalmente puesto en libertad y se encontró que, como él, varios de sus antiguos compañeros estaban intentando recuperar el tiempo perdido. 

Según explica a este periódico el fiscal general adjunto de la Dirección Nacional Antimafia, Giovanni Russo, más que un auténtico líder, se trataba de “uno de los regentes que llevan años buscando estabilidad entre los complicados equilibrios internos y dotar a la organización de un mayor vigor en sus negocios criminales”. “La reconstrucción de la Cúpula habría devuelto una especie de democracia o, al menos mayor colegialidad, en la gestión del tráfico de drogas y apuestas en Internet”, añade el fiscal. 

Estos son en la actualidad los principales negocios de la Cosa Nostra. Aunque en las últimas décadas, la mafia siciliana ha perdido mucho terreno en detrimento de la ‘Ndrangueta, que controla el tráfico de drogas en Europa. Sin apenas crímenes de resonancia ni arrepentidos, la organización calabresa ha conseguido infiltrarse en la mayoría de actividades económicas y grupos de poder italianos, al tiempo que mantiene un contacto directo con los suministradores de estupefacientes en América Latina.  

Decía Falcone que para combatir a la Mafia había que seguir la pista del dinero. Giovanni Russo asegura que “el Estado no tiene pruebas de acuerdos a gran escala entre la Cosa Nostra y la ‘Ndrangueta”. Aunque otros colegas investigan estos vínculos, que ya se han evidenciado también en el pasado y en los que también se incluye a la Camorra.  

La mafia napolitana también tiene un fuerte control sobre el tráfico de drogas a nivel internacional. En su ruta, que parte de Latinoamérica, España siempre ocupa un lugar fundamental. De hecho son muchos los mafiosos asentados o huidos en territorio español, como demuestra la reciente detención en Madrid de Rosario Grasso y Giuseppe Di Marte, dos capos de la ‘Ndrangueta. Pero si los napolitanos son mucho más proclives a hablar, entre los calabreses funciona a la perfección la ley del hampa.  

La diputada Aiello distingue entre los colaboradores de Justicia, como ella, que no han cometido delitos; y los arrepentidos, que suelen ser piezas codiciadas por el conocimiento interno de la organización. "Las leyes los protegen, pero siempre hay lagunas y su aportación es fundamental para combatir a la mafia", sostiene.  

Junto al Código Penal asegura que "la mafia ha cambiado de piel. Antes era más agresiva y ahora tenemos a más gente con estudios, empresarios, abogados, notarios, políticos... Digamos que esta mafia silenciosa hace más daño que la de antes. Hacen falta leyes". En su pueblo, en Partanna, no las había. Ella dice que cuando muera, además de llevarse su nombre a la tumba, podrá decir que ha hecho "su deber como ciudadana y como creyente". Un cliché, también, muy siciliano.