Opinión
Contra la crispación y los escraches... épica, cercanía y Rock & Roll
Apenas han transcurrido tres días de campaña
electoral y parece ya que lleváramos toda la vida
entre mítines, mensajes electorales, acusaciones
cruzadas, insultos y muy pocas propuestas de
futuro, que es lo que en realidad interesa a una
ciudadanía harta de tanta mediocridad y falta de
altura por parte de quienes aspiran a ser sus
representantes.
A pesar de todo, nuestra misión, mi cometido
como analista y experto en comunicación política
es tratar de diseccionar para ustedes lo que
estamos viviendo y buscar lo novedoso... o al
menos lo diferente, si es que lo hay, entre la
maleza del matorral y bosque bajo político que
tenemos frente a nosotros. Y constato, no sin
sorpresa, que el conflicto en Cataluña pierde
fuelle, al menos en estos primeros días, para
trasladar la atención, como en un enloquecido
'flash back', a un escenario cuya tensión creíamos
ya superada y enterrada hace muchos años: el
País Vasco. Durante el pasado fin de semana
hemos asistido al acoso en una localidad tan
emblemática como Rentería, o 'Errentería', si
prefieren su nomenclatura en Euskera, a partidos
constitucionalistas como Ciudadanos. Es muy
preocupante, desde el punto de vista
democrático, que personalidades con una hoja de
servicios tan intachable como Fernando Sabater o
Maite Pagaza, esa gran mujer cuyo hermano cayó
vilmente asesinado por las balas de ETA en
aquella misma localidad en 2003, se vean
acosadas por quienes hoy, todavía, jalean y
añoran aquellos tiempos en los que la banda
asesina era dueña y señora de las calles y de
muchos municipios vascos. Que algunos de esos,
a quienes yo me atrevería a calificar abiertamente
como malnacidos -ya que siguen jaleando la
violencia- tilden de fascistas a estos políticos, hoy
involucrados en el proyecto de Albert Rivera, da
mucho que pensar sobre si en este país hemos
aprendido algo en estos últimos veinte años.
¿Líderes crispados?
El encanallamiento de la vida política en los
últimos días es algo que debería ocuparnos y
preocuparnos con toda seriedad. Asistimos a
mensajes incendiarios desde uno y otro lado del
arco ideológico. Desde Vox, que incendia sus
actos públicos con soflamas que más parecen
dirigidas a enardecer ardores patrios dignos de
mejor causa hasta líderes de Podemos, como
Pablo Echenique, que aseguran que los
candidatos de Ciudadanos van a País Vasco a
provocar. ¿Fue también a provocar el pasado
viernes Cayetana Álvarez de Toledo que sufrió
otro escrache que pudo haber puesto en riesgo su
integridad física?
En este clima, es muy lógico que se polarice la
intención de voto; y que opciones como Vox vean
crecer sus expectativas en gentes que no son
necesariamente de extrema derecha, ni mucho
menos fascistas. Lo digo tras leer, con sorpresa,
algunos análisis de este fin de semana, de
algunos 'exégetas' que atribuyen el voto a los de
Abascal a un calentón de los votantes o a varias
copas de más antes de ir al colegio electoral. La
frivolidad y la ignorancia que destilan tales
conclusiones me dejan helado.
Entre esta atmósfera casi irrespirable, los líderes
van adaptando su discurso a las circunstancias.
Pablo Casado lo tiene relativamente sencillo:
apuesta en sus actos públicos por prometer una
vuelta a la normalidad -si él llega a La Moncloa,
obviamente- y por insinuar más 'mano dura'
contra quienes se saltan las reglas de la
convivencia pacífica y democrática. Trata así el
líder del PP de colocar en un espacio de
hipotética radicalidad al actual presidente del
Gobierno, del que recuerda una y otra vez que
gobierna gracias al apoyo de los separatistas,
además de la 'extrema izquierda' de Podemos.
Sánchez, en cambio, se aleja de ese escenario de
confrontación y continúa optando por un perfil
más bajo; es el que le beneficia. El líder del PSOE
se sabe ganador en todos los sondeos y aspira a
presentarse como el garante de la centralidad,
pidiendo el voto incluso de aquellos que no son
socialistas pero que aspiran a un menos grado de
crispación en la vida pública española. Creo,
sinceramente, que es una buena estrategia.
veremos si le da resultado porque esa mágica
suma de 176 no es nada fácil de alcanzar, según
la demoscopia de estos días, para ninguno de los
dos bloques posibles.
El líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, sigue
con el foco en la vuelta a sus esencias. A las que
le vieron nacer como líder de masas. Vuelve el
mejor Iglesias y lo hace con proclamas en favor
de las reivindicaciones sociales y con denuncias
sobre la precariedad laboral y el futuro de los
jóvenes y de los que ya no lo son y ven en riesgo
su pensión. Y ha recuperado un elemento que me
parece tremendamente inteligente: la exigencia
de que se cumpla la Constitución, como garante
suprema de todos esos derechos. Cuando hablo
de ‘recuperar’ me refiero a que Iglesias se ha
mirado en el espejo del histórico Julio Anguita,
que basaba todas sus campañas en este eje.
Quienes peinamos canas aún recordamos las
fervorosas intervenciones del veterano político
comunista cordobés... y reconocemos, yo al
menos lo hago, que es una excelente estrategia
para tratar de ilusionar a muchos desengañados
de izquierdas que se debaten entre acudir a las
urnas el próximo día 28 o refugiarse en la
abstención.
Albert Rivera mantiene su línea de ofrecer
propuestas concretas cada jornada; un día se
sube en una moto y aboga por suprimir los letales
guardarraíles y otro saca la pizarra económica y
promete nuevas bajadas de impuestos y apoyo a
emprendedores y autónomos.
No olvida el líder 'naranja', eso sí, la exigencia de
actuar ante los insultos en actos como el descrito
al inicio de este artículo en Rentería. Su
respuesta a los fascistas que le han increpado ha
sido magnifica, con cercanía y palabras llenas de
cierta épica, ha sabido empatizar con la gente y
rechazar con las palabras el ruido de las
caceroladas.
De momento, el PSOE, como no podía ser de otra
manera, ha condenado con firmeza los acosos.
Carmen Calvo ha recordado además que el
PSOE ha sufrido históricamente como el que más
el azote terrorista.
Espero, por el bien de todos, que esta campaña,
a la que aún queda mucha cuerda, rebaje algunos
grados su tensión. Por el bien de todos y por el
bien de España.
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