Opinión
Rivera, el impertinente del debate... o quizá osado
Anoche se la jugaban los candidatos a La Moncloa y quizá por eso todos, los cuatro, estuvieron más acertados aunque esta vez, a mi juicio, el líder de Ciudadanos se equivocó con la fórmula de la interrupción constante al rival. Lo que Rivera había elevado a virtud en la primera vuelta –su actitud incisiva– fue, paradójicamente, lo que le restó credibilidad en la segunda y le convirtió, a veces, en insufrible. Es más, si en la primera ronda el líder catalán «se comió» a su potencial socio de Gobierno Pablo Casado, ayer el candidato popular despertó, resultó más elegante.
Rivera se pasó por el forro mil veces el respeto al turno de palabra (yo diría que llegó a contagiar a los demás, excepto a Iglesias). Estuvo demasiado arrabalero, faltón, llamando todo el rato «mentiroso» a Pedro Sánchez (es verdad que el presidente del Gobierno negó, por ejemplo, haber pactado con los independentistas, ante el estupor del resto). No paraba Rivera: «Está usted muy nervioso, señor Sánchez, se pone muy nervioso conmigo», fue su cantinela. «¿Dimitirá si condenan a Chaves y Griñán por los ERE?». Hubo «clímax Pimpinela» cuando el candidato naranja y el socialista intercambiaron tesis plagiada y biografía del elíptico Abascal.
Pablo Iglesias llegó a reprender al líder de Cs: «Es usted un maleducado, eso seguro que no gusta a sus votantes». Rivera le contestó, claro: «¿es usted hoy también el árbitro?». Insistió el candidato naranja en la impertinencia –u osadía, según se mire–, luchó por colocar sus mensajes –la política obsoleta de PP y PSOE– y las ideas de su programa electoral. ¿Acertó? Lo sabremos el 28.
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