Opinión
Tuits para olvidar
Estoy convencida de que debe de sufrir una alteración nerviosa importante la señora De Gispert. Es la única explicación lógica que se me ocurre al volver a leerle un tuit tan agresivo contra quienes no piensan como ella. Esta vez, la ex presidenta del Parlament catalán llama «cerdos» a varios políticos constitucionalistas. «Cerdos exportables», para más señas, porque salen de su tierra hacia otros destinos laborales. Si yo fuera Girauta, Montserrat, Millo o Arrimadas, no le daría mayor importancia al comentario; más bien lo olvidaría. Me alegraría de no necesitar la atención sanitaria que –con seguridad– requiere la susodicha, enloquecida de nacionalismo independentista intolerante. Sí me preocupa, en cambio, que Joaquim Torra ejerza de presidente de todos los catalanes y que, en virtud del cargo que ocupa, haya decidido otorgarle a De Gispert la Cruz de Sant Jordi. ¡Qué provocación tan burda la de Torra! Mientras determinados políticos sigan dedicándose a echarle leña al fuego catalán, esto no lo apaga nadie, permíteme el escepticismo.
Otro recientísimo tuit puntual, pero de consecuencias abrasadoras, pertenece al prestigioso colega y académico Arturo Pérez-Reverte, lamentándose de que España está enferma de sí misma, e ilustrando su comentario con una noticia sobre el lapsus de la compañera María Rey en un directo televisivo de varias horas. María quiso decir «Napoleón», pero verbalizó «Franco»...y se armó la marimorena en las redes. Enseguida los buitres odiadores aprovecharon para subrayar la equivocación y faltar al respeto. El linchamiento tuitero no tiene corazón ni tiempo para reflexionar. El propio Pérez-Reverte intervino horas después: «Me confundí muchas veces y lo sigo haciendo», escribió. Recordé el mal trago que pasó hace poco Susanna Griso, a raíz de una pregunta que formuló en su programa –sacada de contexto y retuiteada por vete a saber quién– a Ángel, al hombre que fue noticia porque ayudó a morir a su esposa, María José Carrasco. Menos bonita, le escribieron de todo. No bastó con que Susanna pidiera disculpas, su ejecución pública se había consumado.
Mi padre siempre explica que quien se equivoca es quien trabaja, no quien mira. Y si encima trabajas con una cámara enfocándote, estás perdida, aunque seas una gran profesional (a ambos casos me remito). Tarde o temprano te señalarán con saña, envidiosos. Mi solidaridad con las víctimas de tuits... para olvidar.
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