Opinión
La lealtad
Existen dos palabras en nuestro bendito idioma, el español, que pudieran ser sinónimas, pero quizá convenga enunciarlas al unísono aunque resulte redundante. Me refiero a la lealtad y a la fidelidad, si bien esta última va implícita en el concepto de la anterior ya que fidelidad es la lealtad en sí, la observancia de la fe que alguien debe a otra persona. Repito «debe a otra persona», puesto que una amistad carente de esta premisa no es amistad, es cualquier otra cosa. Ni tampoco una pareja que pretende una relación tan auténtica como duradera, y debe sostenerse sobre tres pilares, a saber: la fidelidad, el respeto, el amor... y hasta me atrevería a incluir un cuarto elemento, que es el de la complicidad. Pero hoy quiero referirme a otra cosa.
Después de la debacle electoral del domingo pasado, me pregunto cuántas gentes estarán dando la espalda a quienes presumían con mejores resultados. Yo diría que muchas, incluso muchísimas. Da bastante náusea imaginarlo, sobre todo a quienes consideramos básica y fundamental esa virtud, la de la lealtad para sostenernos cuando nos estamos tambaleando en la vida a causa de un fracaso, algo de lo que nadie está libre y que es un karma que pende sobre nuestras cabezas, una espada de Damocles que siempre nos sobrevuela. Pero, en fin, allá cada cual con su forma de ser y de actuar, que finalmente rebotará sobre su persona según los sabios orientales. Me consuela pensar que muchos tendemos la mano al caído para que se levante con un poco de facilidad, porque es algo que nos gustaría que los demás hicieran con nosotros. Dicho lo dicho, vayamos con más cosas.
Mucha razón tiene Toni Cantó cuando recordaba los gritos contra Rivera en la sede del PSOE, una vez sabidos los resultados electorales, pidiendo a Sánchez que no pactase con Ciudadanos. Los militantes, enardecidos no decían «no con el etarra Otegui», o «no con los separatistas, no con Torra, no con Puigdemont». Todo esto da mucho asco porque se resume en una falta de lealtad contra las víctimas del terrorismo, contra la unidad de España. A los votantes socialistas les importa poco todo esto. Tampoco les importa ese sablazo fiscal que este presunto Gobierno de ultraizquierda va a meter a los contribuyentes: ni más ni menos que veintiséis mil millones hasta 2022. Algunos dicen que eso no afecta a la clase obrera, sino solo a los ricos, ignorando que existen impuestos para todos, ya sea en el combustible, en el tabaco o en cualquier producto de primera necesidad. Eso sí, ya Pablo Iglesias anunció que bajará el IVA a los tampones, las compresas y también a la comida para perros. Menos mal. Para mí supone un gran alivio.
Pero nada importa, porque España entera está en un puro ¡ay!, muy pendiente de la Pantoja en un programa de televisión que la ha llevado hasta Honduras luciendo trajes de baño que hace una amiga mía, lo único que pudiera importarme por cuanto que esto reporta un beneficio y una publicidad muy importante para su mercancía. Y amar al prójimo como a uno mismo es algo que nos enseñaban desde pequeñitos y llevarlo a la práctica reconforta mucho el alma.
Por lo demás la tensión en Venezuela es muy alta y eleva la ya existente entre Cuba y Estados Unidos. No sé cómo andará el tema a la hora de publicar estas líneas, pero la cosa no pinta bien. Los buenistas dicen que hay que evitar el baño de sangre. ¡Pero si lo está habiendo a diario con las tropelías de Maduro! En fin, que siempre nos quedará el Puerto de Santa María... el puerto... el puerto...
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