Opinión
Josu Ternera, ¿héroe?
Ayer dimos una de las mejores noticias del año, de largo. Independiente del «por qué ahora» y del «cómo» y del más allá, reconforta saber que por fin han detenido al asesino etarra Josu Ternera y que, aunque el susodicho padezca un cáncer, algo pagará en vida por tantas muertes y angustias que provocó. Ternera debería acabar sus días en una escueta celda, francesa o española, qué más da. A la Guardia Civil y a los agentes franceses les aplaudo con devoción agradecida; un buen vino escojo para brindar por el triunfo de la Justicia y a las víctimas de ETA..., a sus heroicas víctimas solo me cabe abrazarlas con toda mi alma.
En este universo de noticias rápidas, tantas de consumir y tirar, esta que te escribe se intuye más feliz que otros colegas por algo que, a primera vista, parecería un defecto: la mala memoria (llamémoslo mejor «almacenaje selectivo» de vivencias). A ETA, sin embargo, ni puedo ni quiero olvidarla. Es más: me ocuparé de que mis descendientes sean conocedores del horror que causó a varias generaciones de españoles.
No puedo ni quiero borrar de mi disco duro el duelo de aquella compañera de EGB a la que ETA dejó sin abuelo, la bomba lapa que mató al tío de mi compañera de la facultad, la mañana en la que nos anunciaron en clase el asesinato de Gregorio Ordóñez, el miedo sumiso aquellos amigos universitarios –el mío propio–, las pelotas de goma volando sobre el casco viejo pamplonés, los estallidos nocturnos de los cajeros del barrio, los buses calcinados, mentir sobre el trabajo de mi familia, mirar los bajos del coche, dormir a veces en una comandancia descosida y remendada... Y ya más adelante, en la tele, cómo olvidar al querido colega amenazado, que iba y venía con escolta, o tantos fines de semana informando, impotentes, de una y otra pérdida, cómo olvidar...
No criticaré a quienes nos invitan a perdonar y mirar adelante –allá cada cual– pero me niego a exterminar del disco duro los actos sanguinarios maquinados por Josu Ternera, como el de la casa cuartel de Zaragoza o el del Hipercor barcelonés. Intolerable, señor Eguiguren, que usted blanquee su figura y le llame «héroe de la retirada» en nuestra cara. ¡Un respeto a sus víctimas!
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