Opinión
Votar por amor
Ayer me preguntó mi vecina, un ama de casa de 45 años, universitaria, si mañana se votaban «sólo elecciones europeas». No es que no haya apetito de votar otra vez... es que hay indiferencia. Nos equivocamos echándole la culpa de esto a los partidos. Se vota en defensa de lo que se ama (la escuela, la familia, el Estado, las empresas, los sindicatos). Cuando Adenauer por Alemania, Monnet y Schuman por Francia y De Gasperi por Italia, fundaron el embrión de la UE, trabajaron por la Europa que idolatraban y que salía destrozada de la guerra mundial. Vieron las cenizas y los cascotes y reaccionaron. Ni siquiera imaginaban la moneda única, pero no tuvieron prisa. Lo importante era empezar. ¿Qué amamos nosotros? ¿Por qué luchamos? Tal vez lo que necesitamos es una cultura de la esperanza. Una ampliación de la mirada. La política no es una estrategia. O no sólo. Es el camino para mejorar y potenciar la realidad por la que vivimos. Sólo desde esta satisfacción afectiva se puede reconocer el bien que propone la política. Si somos capaces de reconocer el bien que Europa –o la democracia española– ha sido para nosotros podemos ir resueltos a votar. Del rencor (Europa nos roba, Europa nos bombardea con inmigrantes) sólo nace la ruptura. El Brexit. El problema no es a quién votar, eso se resuelve con un clic de internet y cierta atención a los medios de comunicación. El problema es si amamos algo verdaderamente, tan concretamente como para votar mañana.
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