Opinión
España paralizada y los pactos... por hacer
A medida que avanzan los días, se consume el tiempo disponible -y de paso la paciencia de los españoles- de cara a la consecución de los deseables y necesarios pactos para que Pedro Sánchez -que es a quien toca- pueda ser investido, por fin, presidente del Gobierno y dé comienzo la legislatura.
Lejos de acercar posiciones, los grandes partidos no
han hecho más que evidenciar sus diferencias, abismales en algunos casos,
acerca del modelo de España al que aspiran para el futuro inmediato y también
sobre los asuntos más candentes, los que vertebran la preocupación de la
ciudadanía: la estructura territorial del Estado y el cisma catalán, el modelo
económico que de nuevo muestra síntomas de agotamiento, el futuro de las
pensiones, la lucha contra la lacra de la violencia de género -en riesgo tras
la aparición en escena con fuerza de los ultras de Vox- los derechos del
colectivo LGTBi, y tantos más.
Sánchez en su laberinto
La 'foto' actual es la de un presidente en
funciones, Pedro Sánchez, cada vez más paralizado, que sigue suplicando al
presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, la abstención de su grupo que le evite
así depender de los herederos de ETA -Bildu- y los separatistas de ERC. Pero ¡ay!,
Rivera, con buena memoria y extrema fidelidad al compromiso que adquirió con
sus votantes durante la pasada campaña, recuerda cada día al pobre Sánchez
aquella frase que el líder del PSOE acuñara en 2016 contra Rajoy: 'No es no'.
De nada le ha valido a la actual cúpula socialista la 'OPA hostil' lanzada
contra los 'naranjas' y que llevó a la dimisión -¿inducida desde fuera?- de
Toni Roldán o Javier Nart. Tampoco han hecho mella en el bravo líder catalán
las presiones de las élites financieras que desde el corazón del 'Sistema', en
España y fuera de ella, insisten en la necesaria estabilidad -sobre todo a sus
cuentas de resultados- que le daría a nuestro país un ejecutivo socio-liberal.
En el colmo del escándalo, se ha llegado a sugerir que tal vez Ana Patricia Botín
debiera llamar a Albert Rivera para indicarle 'el camino correcto'. ¡Qué clase de democracia es esta! Lo que nos faltaba
por oír se lo escuchamos hace unos días al expresidente Mariano Rajoy,
indicando al líder de Ciudadanos ‘lo-que-debía-hacer’… Rajoy, responsable en
buena parte del ‘sin-Dios’ en el que España está inmersa
en este abrasador verano de 2019, debería permanecer callado y disfrutar de la
sombra, si le queda un ápice de dignidad política.
Rivera, cada vez más fuerte en su aparente ‘soledad’
Lejos de achantarse, el líder 'naranja' reapareció el pasado viernes ante el
'Sanedrín' de su partido para evidenciar que sigue al timón, que no ha soltado
las riendas en ningún momento y que no está dispuesto a regalar nada al líder
socialista. Porque eso y no otra cosa es lo que pretende Sánchez: un cheque en
blanco a cambio de ningún compromiso, ni en forma de cargo alguno ni en forma
de cesión programática. Curiosa forma de
negociar por parte de Sánchez, en la más pura tradición española según la cual sentarse a buscar puntos de acuerdo no es
más que tratar de 'llevarse al huerto' al contrario sin concesión de ningún tipo.
Iglesias: ¿qué hay de lo suyo?
No puedo decir cosa diferente respecto a la relación
de Podemos con el PSOE. En este caso, se ha intentado ridiculizar hasta la
saciedad al líder 'morado', Pablo Iglesias, vendiendo la idea de que lo único
que le importa es ser ministro a toda costa. Iglesias ha sufrido esta semana el
desprecio de algunos de los principales dirigentes socialistas que han llegado
a aceptar fantasmales figuras como la de un 'gobierno de cooperación', para no
llamarlo de coalición, pero en el que solo cooperarían los de Iglesias que, por
no tener, no tendrían ni un puesto asegurado en el mismo, más allá de un par de Secretarías de Estado que ni siquiera
serían para ellos sino tal vez para 'independientes de prestigio'. Demasiada
prepotencia para tan solo 123 escaños.
Tic, tac… tic, tac…
El tiempo se agota pues y con él la paciencia
gubernamental; hemos escuchado ya a Sánchez afirmar que, si no hay Investidura
en Julio, no la habrá, amenazando así veladamente con pulsar el botón nuclear
del que dispone el presidente y convocar nuevas elecciones en otoño. Una auténtica segunda vuelta que,
sobre el papel, beneficiaría sobre todo a los dos grandes, PSOE y PP, y se
llevaría por delante parte del voto cosechado por Ciudadanos, Vox y Podemos. ¿Tantas
vueltas desde la 'nueva política' de 2015 para volver al bipartidismo?
Cuidado con las cuentas de la lechera, porque las
carga el diablo y el propio PSOE pudiera verse también trastabillado -o no, ya
se vería- de una repetición electoral. Lo que sí está claro es que la abstención crecería como la espuma, con una
infantería ciudadana más que harta de unos representantes que no saben hacer su
trabajo y no están dispuestos a ponerse de acuerdo y empezar a gobernar,
preocupados como están tan solo 'de lo suyo' y no de los intereses generales de
los españoles. Si abren la caja de
Pandora en vez de seguir trabajando por ponerse de acuerdo, que se atengan a
las consecuencias.
El gran drama de España sigue siendo en el fondo -y
esto no ha cambiado desde hace más de un siglo- la división profunda en dos
bloques antagónicos y cuya proporción no varía.
¡Qué más da que gane algunos escaños
el PSOE a costa de Podemos o el PP a costa de Ciudadanos o Vox, si las dos
mitades van a mantenerse inalteradas y con ellas el bloqueo parlamentario y político del país!
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