Opinión

18 de julio

Franco siempre está regresando. Es un camino al infinito que no desemboca. El Gobierno vende la nota de prensa del Vaticano por aquellas palabras del Nuncio en España como un triunfo glorioso, otro, frente a la momia, pese a que no pasa de una fruslería que ni ha aparcado en la Secretaría de Estado. La fecha elegida, un 18 de julio.

Pero ayer lo que pasará a la lista de efemérides del imaginario social de este verano es la final de «Supervivientes» con la Pantoja de mantenida oficial. La España real no está en Cuelgamuros sino en una isla de Honduras. Será nuestra memoria histórica, y no la de un libro, publicado en tan alta efeméride que recopila dibujos de los niños de la zona republicana, como si en el otro bando no existieran párvulos sino hijos de indeseables que no sufrieron el horror de la guerra. Que se lo cuenten a algunos de nuestros abuelos.

Los crímenes socialistas, lo dice la ministra de Justicia, no se someten al juicio de la historia. Pueden mantener sus calles, limpia su reputación, alicatado hasta el techo el patrimonio robado por sus gerifaltes. La astenia se impone a la primavera y se hace eterna como un efecto del cambio climático que provoca tanta revancha. Quieren que la niebla vaya tragándose las ciudades donde los altavoces repican las voces de los muertos. Pero en las peluquerías se hablará hoy de Omar, un buscavidas cuyo mayor logro fue emparejarse con la hija de la tonadillera. Si la investidura dependiera del televoto hasta Pedro Sánchez posaría en traje de baño en lugar de con los ropajes de académico de una distopía. Ya que Jorge Javier le votó podría proponérselo.