Opinión

El cambio climático, un peligro para los Stradivarius

Miles de árboles caídos dibujan un panorama en la montaña como de lapiceros amontonados. Desde la llanura de Predazzo todavía se pueden ver los efectos de un temporal que azotó esta zona hace ya seis meses. El pueblo es el epicentro de la Val Di Fiemme, en medio de los Alpes italianos. En lo alto, a unos 2.000 metros, se ven kilómetros enteros de bosque arrasado. Aunque tampoco hace falta subir demasiado: los senderos que salen desde el núcleo urbano pronto se ven interrumpidos por un laberinto de troncos abatidos, que convierten un apacible paseo en deporte de aventura.

Para el visitante ocasional puede resultar incluso entretenido, pero Fabio Ognibeni no pensó lo mismo. A finales del pasado octubre, tres días de intensísimas tormentas dejaron un paisaje irreconocible. “Poco después, fui a uno de mis lugares preferidos: una parte del bosque que parece una catedral, porque todos sus árboles están alineados como si fueran columnas. Nada de eso estaba ya allí, los nietos de mis nietos no lo conocerán como lo he visto yo durante toda mi vida. La sensación fue como si hubiera muerto un familiar”, recuerda ahora al teléfono.

Desde hace tres décadas recorre estos caminos para recolectar la leña con la que su empresa fabrica instrumentos musicales. Sólo en esta zona de los Alpes se encuentra lo que llaman la “madera de resonancia”, un material obtenido de los abetos rojos que pueblan toda la cadena montañosa. El microclima existente favorece su crecimiento. “Se trata de una materia prima extremadamente ligera y muy homogénea que produce una sonoridad especial”, explica Ognibeni.

Aunque su selección es casi un trabajo de orfebres, porque sólo dos o tres troncos por cada mil son aptos. Los árboles deben permanecer en unas condiciones climáticas concretas entre 150 y 250 años. Con ellos se fabrican los violines, violas, violonchelos y pianos más preciados del mercado. Sin embargo, el temporal arrasó una cantidad equivalente a 13 o 14 veces la superficie que se tala cada año con este cometido. Se calcula que cerca de un 9% de la Val Di Fiemme quedó devastada.

Lo que ocurrió entre el 27 y el 29 de octubre pasados fue una tormenta perfecta. Según datos de la Agencia Meteorológica del Trentino, la región de la que depende este territorio, en 72 horas se produjeron lluvias equivalentes a la mitad de agua que cae en todo un año en este mismo lugar. Roberto Barbiero, experto en climatología, explica que hubo “una perturbación muy intensa en la zona norte de Italia, que es muy húmeda, provocando estas precipitaciones; y después vientos que alcanzaron los 190 kilómetros por hora”. Se superaron los mayores aluviones precedentes en Italia de 1982 y 1966.

Hubo una docena de muertos en todo el país, aunque la parte más afectada en cuanto a daños ambientales fue ésta. Se produjeron corrimientos de tierra y los árboles caídos terminaron en los ríos. Las autoridades recomendaron durante varios días a los ciudadanos que hirvieran el agua antes de consumirla. Según Barbiero, “los efectos más devastadores fueron consecuencia de los vientos, que llegaron casi hasta la categoría de huracán”. La orografía de las montañas, intensificó además las corrientes en algunos puntos, arrancando los troncos desde la raíz.

El Parque Natural de Paneveggio no fue de los más afectados. Según su director, Vittorio Ducoli, “de las 12.000 hectáreas de bosque, fueron arrasadas 600”. Aunque, haciendo un cálculo, esto se traduzca en más de 200.000 árboles muertos. Con todo, Paneveggio es el mayor símbolo de la Val Di Fiemme. Cuenta la leyenda que, en el siglo XVIII, el mismísimo Antonio Stradivari caminaba entre sus riachuelos y sus abetos para seleccionar la madera con la que construir sus famosos violines. No hay ningún documento que lo acredite, pero como todo mito, la historia sirve para convertir a este parque en el más visitado de la región.

Después de un invierno en el que se hizo balance de los daños, durante la pasada primavera se comenzaron los trabajos para su recuperación. “Queríamos abarcar todo el territorio, pero según los estudios de algunos expertos, hay zonas en las que es mejor no replantar ni hacer nada para una mejor readaptación climática”, sostiene Ducoli. Las estimaciones que manejan dictan que para volver a ver un paisaje como el de antes del pasado octubre harán falta entre 50 y 100 años, aunque ya dentro de una década habrá progresos.

“Tendremos probablemente un bosque nuevo, más mezclado entre el abeto blanco -que ha resistido mejor- y el rojo”, añade el director del parque. No obstante, los instrumentos musicales sólo se obtienen del 5% de los abetos rojos que aquí se encuentran. Los Stradivarius originales son únicamente los que construyó el maestro Antonio, fallecido en 1737. Se estima que actualmente quedan por el mundo entre 400 y 500 violines, considerados piezas de coleccionista. Pero, todavía los artesanos siguen visitando esta reserva natural para surtir a las marcas más selectas, que continúan la tradición del célebre lutier.

Ciresa, la compañía de Fabio Ognibeni, producía cada año unas 5.000 piezas para violines y 4.000 tablas de resonancia para pianos. Por eso, ante la pérdida de negocio, el empresario ha encabezado una campaña de recogida de fondos para adquirir los árboles caídos. “En el invierno toda esa madera se conserva en buenas condiciones, pero durante el verano si es arrancada de su hábitat y no se utiliza, se llena de parásitos y bacterias”, indica Ognibeni. El otro temor era que terminara siendo transportada a otros países, donde sería dedicada a un uso industrial, como la fabricación de muebles. Y para que eso no ocurra, su empresa está comprando todo el material posible.

La campaña, llamada “Salvemos los Stradivarius”, ha obtenido ya 200.000 euros, con los que han acumulado 2,5 toneladas de esta madera. El dinero será después devuelto a los donantes, aunque de momento ya ha servido para asegurar la producción de los próximos cuatro o cinco años. Más o menos el tiempo que se necesitará para limpiar los bosques y volver a talar las piezas más codiciadas. No está claro que en ese momento exista una cantidad de madera adecuada suficiente, pero mientras tanto Fabio insiste en que “hay que intentar aprovechar hasta el último de los destrozos que se pueda convertir en música”.

La pregunta del millón es si veremos más tormentas como la que provocó todos estos daños hace unos meses. Y la respuesta del climatólogo Roberto Barbieri es que “debido al cambio climático, aumentan enormemente las posibilidades de que crezca la frecuencia de estos fenómenos de una intensidad inaudita”. Las explicaciones científicas que aporta Barbieri son principalmente dos: que el ascenso de la temperatura del aire y del mar aumenta el vapor en la atmósfera, lo que provoca fuertes lluvias; y que el incremento de la temperatura en el Ártico eleva la circulación atmosférica que pasa por Europa y altera las distintas presiones. Los resultados producen más lluvias torrenciales y temperaturas extremas, ya sean frías o cálidas.

Los expertos señalan que para recuperar los bosques de la Val Di Fiemme será necesario un siglo. Pero quizás haya que poner el contador a cero mucho antes, si se repiten fenómenos climáticos como estos. Mientras tanto, museos de la zona como el Arte Sella están empezando a exhibir obras con restos de la catástrofe. La naturaleza muerta tiene su público, pero estos bosques antes sonaban a música de cuerda en todo su esplendor.