Opinión

La izquierda pierde incluso cuando gana... ¿Y ahora qué?

El jueves 25 de

julio, fecha en la que Pedro Sánchez debía

intentar por segunda vez obtener el respaldo de la Cámara para ser investido

presidente del Gobierno, pasará a la historia como un día negro para la

izquierda en España. Desde luego también para el propio aspirante, que se vio

'revolcado' por segunda vez por una mayoría que le fue esquiva una vez más. Pedro Sánchez pasará a las hemerotecas como el único aspirante

a la Presidencia del Gobierno de España que es rechazado, derrotado, dos veces.

Lo guiños de satisfacción cruel, entre los diputados de la derecha y de la

extrema derecha, no se hicieron esperar ni un segundo y aún hoy continúan.

Otro derrotado,

con mayúsculas, fue también el líder de Podemos, Pablo Iglesias, que bien ha

podido haber comenzado a entonar su 'canto del cisne' político al haber

abortado la posibilidad de que, por primera vez en la historia desde la Segunda

República, hubiera un gobierno de coalición en España. Todo lo ocurrido en esta

negra sesión de investidura, pasará a los líderes de la izquierda una carísima

factura en las más que

probables próximas elecciones de noviembre. El

importe que no se va a repartir 'a escote' sino que va a ser sufragado, en su

práctica totalidad, por el líder de Podemos.

¿Las causas? Están claras…

La mayoría de

los analistas hemos coincidido en las causas; las más destacadas, la falta de

capacidad de los líderes de llegar a acuerdos aceptables por todos, sobre todo

por parte Iglesias, que rechazó la última de las ofertas, muy generosa, hecha

por el PSOE, calificando vergonzantemente el Ministerio de Igualdad que le era

brindado como un ‘jarrón chino’. Es intolerable que, una de las

banderas de todos los progresistas, cual es la de la igualdad, y una

Vicepresidencia de Asuntos Sociales, sea despreciada de esta forma. Aquel día,

Pablo Iglesias perdió la cabeza....¡con todo el respeto!

Pablo Iglesias

que apareció descompuesto el último día

del aciago debate parlamentario. A ojos de toda la ciudadanía, incluyendo parte

de su electorado, quedó como un egoísta que fue incapaz de sacrificar sus

intereses personales, su afán de 'mandar', de conformar un ‘gobierno paralelo’ al de Sánchez... ¡ay,

los egos en política!

El líder morado apenas podía contener su ira, su amargura, su frustración. Su

comunicación no verbal

era nítida. Sus explicaciones fueron

incoherentes y poco creíbles. Pedro Sánchez

le puso en su sitio al exclamar: 'Si tengo que elegir entre la Presidencia y

mis convicciones, elijo mis convicciones'. Iglesias, kaputt. ¿Cómo

contraargumentar una afirmación tan contundente como la que lanzaba Pedro Sánchez

desde la tribuna cuando inquiría al líder

de Podemos acerca de si consideraba una humillación que le ofrecieran esa

Vicepresidencia a la que me acabo de referir? Imposible.

Sentado todo

esto, debo decir y lo he venido haciendo en las últimas semanas, que tampoco me

gustó la forma en la que Sánchez y los suyos comandaron la negociación; sin

ofrecer nada a cambio, aspirando primero a una abstención 'gratis' de los 57

diputados de Ciudadanos y después requiriendo a sus 'socios preferentes', los

morados, a que votaran a favor pero sin entrar en el gobierno. Solo a última

hora, cuando Sánchez se veía ya perdido, se puso a negociar de verdad... pero ya

era tarde. Da igual ya, a estas alturas. Lo importante es lo que perciba la

ciudadanía como colofón global; y la conclusión abrumadora es que la culpa ha

sido, un poco de todos... pero sobre todo de Podemos. Los 'morados', aunque

parezca increíble, han perdido el relato. En otras circunstancias estaríamos

hablando ya sin ambages de una dimisión o retiras de Iglesias de la primera línea

política. No me atrevo a emitir una sentencia tan tajante cual sería la de que

Iglesias esté acabado, pero si no es esta aún su situación, se le parece

bastante. 

¿Y ahora, qué…?

¿Qué ocurrirá a

partir de ahora? ¿Qué puede hacer Sánchez para alcanzar lo que hasta ahora se

le ha negado?

Vayamos por

partes; hoy por hoy descarto absolutamente que Pedro Sánchez ofrezca por

segunda vez un nuevo gobierno de coalición con Unidas Podemos. En el fondo

nunca lo quiso.

En segundo

lugar, la posibilidad de que Ciudadanos y el PP se abstengan, están muy lejos

de ser una realidad, aunque creo que el PSOE y el PP sí podrían llegar a algún

tipo de consenso en este sentido, siempre y cuando Pedro Sánchez mueva ficha y

ofrezca un acuerdo programático que satisfaga las exigencias de la formación de

Casado. Insisto; estamos aún lejos de esa posibilidad, pero no dejemos nunca de

lado que, en España, el bipartidismo, siempre ha sido una suerte de ‘paraíso perdido’… todos en el PSOE y en el PP parecen añorarlo. Yo no

porque considero que era muy imperfecto, aunque solo fuera por las históricas e

indecentes consideraciones que se han ido haciendo a los nacionalistas.

Mucho deben

cambiar las actitudes de los líderes; especialmente las del aún aspirante a la

presidencia del Gobierno, pero también las de todos los demás. Unos políticos encerrados en su ‘torre de marfil’ y que parecen solo preocupados por su ombligo y sus

egos, incapaces de percibir las necesidades reales de la ciudadanía, que ve con

perplejidad cómo aún no hay un gobierno que afronte los grandes retos que

España tiene planteados, básicamente la ruptura de la convivencia en Cataluña o

el reto demográfico, el futuro de las pensiones, la oleada de la inmigración y

la eterna redefinición de qué modelo productivo necesitamos para este siglo XXI

del que ya hemos consumido dos décadas. La situación económica empeora, en octubre,

con toda probabilidad, conoceremos ya la sentencia de los políticos presos, que

será durísima y forzará a ERC a retirar su apoyo al PSOE.

Existe la

posibilidad de que el Rey convoque -es su exclusiva potestad- una segunda

investidura, pero parece poco probable a menos que el aspirante llegue con los

apoyos ya negociados y cerrados.

Lo verosímil es por tanto que se deje correr el reloj hasta el

próximo 23 de septiembre, tope legal de automática disolución de las Cámaras. A partir de ahí, los plazos corren solos, y si nada lo remedia los

españoles volverán a pasar por las urnas el domingo 10 de noviembre. Será la constatación de un gran fracaso de toda la clase política, que ha

evidenciado su falta de capacidad para negociar y la evidencia de un hartazgo

ciudadano que los políticos deberían aprender a escuchar si no quieren caer del

todo en el descrédito.

¡Señores políticos! ¡No se vayan de vacaciones y trabajen sin descanso para

que los españoles tengamos un nuevo Ejecutivo cuanto antes! Eso, y no otra

cosa, es lo que esperamos de ustedes.