Opinión
Anarquistas y mossos
El 6 de julio de 1937 fue asesinado el alcalde Torelló, en Barcelona. Rosanes era un trabajador del textil, vinculado de joven en los movimientos radicales y anarquistas. Durante los años 1911 a 1913 ejerció de concejal en el Ayuntamiento en representación de una candidatura «socialista». Con el inicio de la guerra civil Rosanes volvió a ejercer de concejal del nuevo Consejo Municipal antifascista. El estallido del conflicto entre anarquistas y comunistas en la retaguardia republicana de 1937 supuso la salida de los primeros de las instituciones. En el caso de Torelló, del Consejo Municipal quedaron excluidos los dirigentes anarquistas y sólo se mantuvo Rosanes, que además fue elegido presidente y alcalde. Su mandato fue muy breve. Al cabo de un mes murió en acto de venganza. Pere Rovira, un «Mosso d´Esquadra», quiso hacer justicia por el asesinato en el verano de 1936 de su padre, el también mosso Antoni Rovira Bacardit. La tragedia se inició en 1928, cuando en plena dictadura de Primo de Rivera, se desató en la comarca del Osona una lucha entre obreros anarquistas y mossos. Antoni Rovira era policía en Torelló y jugó un papel destacado en la detención del asesino de un confidente policial. La venganza por aquel arresto fue la muerte del oficial de policía en la ola de violencia revolucionaria que asoló Cataluña. A pesar de ser un hombre mayor y retirado, fue torturado y asesinado. Su hijo Pere fue informado de la responsabilidad de Josep Rosanes.
Este ejemplo de venganza en la Cataluña de Companys es uno de los pocos de lo que sucedió en la retaguardia republicana. Ahora, la familia Rovira es considerada una banda de fascistas asesinos, mientras se ensalza a Rosanes.
Se olvida con facilidad que, bajo responsabilidad directa de Companys, fueron asesinadas 8.129 personas en Cataluña sin juicio ni garantías. En su mayor parte eran civiles pertenecientes a partidos de derechas, miembros del clero o empresarios. Companys ordenó la creación de campos de concentración, como el de Omells de Na Gaia y autorizó las checas. Él mismo firmaría sentencias de muerte. Es el relato torticero de presentar las víctimas como verdugos y los verdugos como héroes.