Opinión
Elegidos para la gloria
Vivimos rodeados de elegidos. El último, Donald Trump. No contento con compararse con George Washington y Abraham Lincoln acaba de describirse como «the chosen one». Al mismo tiempo da publicidad a tuis de psicofantes como el periodista Wayne Allyn Root, que lo describe como el presidente de EEUU más importante para los judíos en «la historia del mundo» y lo proclama «Rey de Israel». Tampoco sorprende encontrar políticos autoproclamados nietos de héroes y dioses. Hace ya unos años que Artur Mas llegó a Nueva York, invitado por amigotes en la Universidad de Columbia, para decirse heredero del general Washington y de Martin Luther King Jr. Lejos de carcajearse, el auditorio, encantado con la argumentación xenófoba del excelso sinvergüenza, parecía exultante.
Faltaba poco para desatar el intento de secesión y golpe de Estado y los nacionalistas a orillas del Hudson saludaban al Mesías. Hablando de ególatras, uno que no ha dado nombres, pero que no deja lugar a dudas respecto a lo que piensa de sí mismo, es Pedro Sánchez. En su infumable autobiografía (bueno, auto por persona interpuesta) explica que «A mí, personalmente, el haber salvado la vida a 630 personas hace que piense que vale la pena dedicarse a la política». Quizá Sánchez no enumera precedentes sublimes porque no encuentra ninguno. Quién sabe si Alejandro.
Pero claro, las costumbres eran otras. Menos atentas a la protección de los derechos humanos. Estoy por apostar que el trato que el rey de Macedonia dispensó a los persas en la batalla de Gaugamela no pasaría los controles de los comités de salud pública que patrullan las redacciones favoritas del hoy presidente. Los arranques narcisistas no se limitan a los líderes de los países ricos, pero su emergencia asusta. Durante años pareciera que los controles y equilibrios de los sistemas liberales dificultaban que semejantes sujetos accedieran a las altas magistraturas.
Los sufrían en África, en Asia y en Hispanoamérica, pero de un tiempo a esta parte el virus se ha replicado y amenaza con comernos vivos. Rodeados de elegidos, cercados por sujetos convencidos de que están aquí por mediación divina, es hora, y urgente, de fortalecer los anticuerpos ilustrados y cavar trincheras políticas para salvaguardar las libertades. El pavor que generan sus declaraciones certifica el auge populista y anticipa unos tiempos bastante oscuros.
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