Opinión

El órdago ideológico de Pedro

Después de 25 reuniones celebradas durante el mes de agosto con 376 organizaciones de la sociedad civil, el PSOE, como en un cuento persa o mesopotámico, de esos venidos de lo más hondo aquello mismo que nos hace humanos, ha deducido las 360 propuestas de su Programa Común Progresista (PCP). El término Programa, en realidad, es un poco equívoco porque se trata de algo más humilde, una «Propuesta Abierta para un PCP». (Habría que hablar por tanto de PAPCP, aunque abreviaremos en aras de la comodidad de lectura.)

Las mágicas 376 organizaciones no se han limitado a transmitir al PSOE unas ideas, unas propuestas o unos intereses. Le han comunicado «su visión de una España más justa e igualitaria». De hecho, el PCP es antes que nada un destilado del «trabajo y la confianza de estos actores». Ha llegado el momento de que la sociedad civil ocupe “«n papel central en la gobernanza de nuestras instituciones». Y el PSOE, que siempre anda obsesionado con el diálogo aunque no encuentre nunca el momento de dialogar con las fuerzas parlamentaras, da el paso decisivo, revolucionario, de prestarse a ser mero instrumento de los «colectivos» en los que residen los valores más acendrados de nuestra comunidad.

Entiéndase bien. El PSOE no se ofrece a gobernar. En sus 25 reuniones ha tomado el pulso a la sociedad española, y habiéndosele revelado veneros inagotables de energías intactas, se ofrece para que a través de él gobierne la sociedad. Por fin, después de la crisis económica y de la crisis de representación política subsiguiente, los españoles podrán hacerse cargo de su propio destino. Algo que nunca hasta ahora ocurrido en democracia. Queda descartado el trabajo de formar gobierno, tarea trivial donde las haya, propia de espíritus apocados. Sánchez anuncia una nueva era: la del cumplimiento de los «valores colectivos». Asistimos al advenimiento de un gobierno que será portavoz fiel del pueblo español, como los profetas lo eran de la palabra del Señor. (Él mismo lo es después de las 25 reuniones en el Sinaí). Por eso ayer se dieron a conocer 370 medidas para «construir gobierno» que es tanto, en esta perspectiva, como lo de «construir pueblo», empeño al que tan aficionados son, o eran, los círculos populistas.

A partir de ahí, el documento, que vale la pena leer, tiene para todos los gustos. Hay propuestas que llevan directamente al colapso del sistema de pensiones y otras que conducen sin remedio al aumento del paro, más o menos desbocado según la situación económica. Son tradiciones socialistas. Hay un despliegue de moderación dialogante en el asunto catalán, mucha terminología de izquierdas y sobre todo la ambición de hacerse con el núcleo más vibrante y movilizador del progresismo. Como en España todos los partidos, salvo VOX, aspiran al mismo marchamo, incluso los que no lo son como el Partido Popular, el PCP plantea un desafío a casi todo el espectro político. A la izquierda, es decir a Unidas Podemos, el de reinventar un registro y un espacio propio, una vez que los socialistas han absorbido y metabolizado su propuesta y su significado. Y a la derecha, la de imaginar un programa razonado y convincente que sirva, justamente, de alternativa al progresismo. (Sánchez y su equipo conocen el terreno en el que juegan).

El PCP por tanto, va más allá del intento táctico de arrinconar a Unidas Podemos para unas próximas elecciones. Lanza un órdago estratégico para la hegemonía ideológica y política en nuestro país. Ni que decir tiene que todo es una pura fantasía, pero en eso consiste la política de nuestro tiempo.