Opinión

Prejuicios y realidades USA (V)

Señalaba en mi última entrega cómo las sociedades hispanoamericanas son mucho más racistas que Estados Unidos. Cualquiera que haya viajado por Hispanoamérica sabe que incluso muchos insultos varían de país en país y suelen estar conectados con el grado de supuesta impureza racial establecido durante el imperio español. En Cuba, por ejemplo, se sigue cantando aquella copla del esclavo negro que soñaba con ser blanco aunque fuera catalán. En cuanto a los indígenas puros, no he conocido una sola nación de Hispanoamérica donde no sean ciudadanos de tercera aún a día de hoy aislados y expoliados a pesar de que la sangre india es obvia en millones de hispanoamericanos. En Estados Unidos, los indios – y he visitado no pocas reservas – viven en unas condiciones por las que los de México, Guatemala, Perú, Bolivia o Colombia estarían dispuestos a cambiarse aunque les costara el brazo derecho. Si existe un racismo descarado y brutal en Estados Unidos es el dirigido contra los blancos. El único grupo racial que no puede permitirse decir una sola palabra en su defensa o incluso en su autoelogio es la población blanca. Los negros pueden afirmar que la raza blanca es resultado de los experimentos de un científico loco y los hispanos alzar la bandera mexicana en poblaciones de California o Nuevo México, pero un blanco que se atreviera a hablar del papel de los anglosajones en la construcción nacional – absolutamente esencial e innegable – se colocaría en el centro de una diana. Casi nadie se atreve a publicar estudios sobre los índices de criminalidad de los diferentes grupos raciales porque queda de manifiesto que los de negros e hispanos multiplican a los de los blancos y, si se desea acceder a una plaza en una universidad sin tener méritos suficientes para ello, apelar a una cuota racial constituye el camino ideal. En cuanto a los negros, notables miembros de su raza llevan décadas clamando contra la discriminación positiva en la convicción de que los ha perjudicado gravemente aunque, eso sí, llenando los bolsillos de no pocas ONGs y beneficiando a demagogos. El blanco debe agachar la cabeza mientras su empleo es ocupado por el miembro menos preparado de otra raza o contempla cómo sus calles las ocupan inmigrantes ilegales. Sí, Estados Unidos también tiene defectos, pero no por un supuesto supremacismo blanco sino por una política nefasta de favoritismo hacia las minorías.