Opinión
Palomas contra halcones
El próximo jueves 12 de septiembre, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo se reunirá para decidir qué hacer con la política monetaria de la Eurozona en medio de la intensa desaceleración (incluso recesión) que está viviendo el Viejo Continente a raíz de la guerra comercial entre China y EE UU, así como de la incertidumbre generada por el Brexit.
Dentro de la institución monetaria existe una profunda división acerca de cuál es el rumbo más adecuado que debería adoptar ahora mismo el euro. Por un lado, nos encontramos con las llamadas «palomas», que son partidarias de una nueva ronda de expansionismo monetario y laxitud crediticia. En este grupo se encuentran figuras tan relevantes como Mario Draghi, Luis de Guindos, Pablo Hernández de Cos u Olli Rehn. Por otro, nos hallamos con los denominados «halcones», que se oponen frontalmente a seguir con el expansionismo monetario y la laxitud crediticia. En este grupo figuran personalidades tan significativas como Klass Knot, Yves Mersch y, sobre todo, el presidente del Bundesbank Jens Weidmann. Y, finalmente, existe un colectivo de banqueros centrales que no se decantan fuertemente por ninguna de ambas posturas, encabezados por el gobernador del banco central de Francia, François Villeroy de Galhau.
Los números parecen favorecer a las palomas, especialmente si tenemos presente que la próxima presidenta del BCE, Christine Lagarde, también se suma entusiastamente a su bando. De modo que es muy probable que este jueves salga adelante una nueva ronda de estímulos monetarios. Pero sería un error que así sucediera. El problema que está experimentando ahora mismo la economía de la Eurozona no es, sin ningún género de dudas, el de tensiones de liquidez que deban ser contrarrestadas por una política monetaria activista. Ni siquiera el coste de financiación de los gobiernos resulta elevado (muchos Estados se están financiando a tipos de interés negativos). Por tanto, la actual coyuntura recesiva no es algo que la política monetaria pueda o deba solucionar. Extender la laxitud monetaria sólo servirá para depreciar el euro y meternos de lleno en una guerra comercial-monetaria con EE UU.
Los problemas por los que ahora mismo atraviesa la Eurozona han de solucionarse de otra manera. Primero, poniendo orden en los flujos comerciales globales. Evidentemente, la Unión Europea no puede imponer un acuerdo entre China y EE UU, pero sí puede impulsar una liberalización de sus propias relaciones comerciales con el resto del planeta y, sobre todo, poner fin a la incertidumbre institucional generada por el Brexit mediante un pacto que no constriña los intercambios entre ambos bloques económicos. Segundo, liberalizando su propia economía, esto es, con mercados más flexibles capaces de reorganizarse para aumentar su productividad y competitividad. Y, finalmente y como último recurso, mediante políticas fiscales expansivas. A saber, reducciones de impuestos o, alternativamente, inversión pública que supere los análisis coste-beneficio.
La política monetaria, que ya está siendo enormemente expansiva en la actualidad, no sirve para remediar absolutamente nada. Al contrario, su efecto más probable (aparte de, como decimos, depreciar el euro y envenenar todavía más el escenario global) es el de anestesiar los ánimos reformistas de los políticos europeos. Con rondas continuadas de liquidez que mantengan anclados los tipos de interés en territorio negativo, ¿para qué cambiar de rumbo? Ellos seguirán endeudándose (y gastando en comprar votos) y la economía continuará por su senda esclerotizante. Ojalá nuestros banqueros centrales rectifiquen y no vuelvan a equivocarse este jueves.
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