Opinión

Caín y Abel

Se encuentran dos amigos una noche, tirando la basura. Y los tres, ya que están ahí, van y crean un partido político para cambiar el mundo. Acabo de transcribirte y de destrozarte, lo sé, un chiste, uno de los cientos de memes que circulan estos días en las redes sociales a propósito de Unidas Podemos, de su crisis interna, de la irrupción de la marca «Más País», con Íñigo Errejón como líder. ¿Quién les iba a decir a los fundadores de Unidas Podemos que, en solo cinco años, pasarían del todo de las confluencias, de la euforia del 15-M, a la más sórdida fragmentación?

Mi hijo ya intuyó la debacle. Hace ya unos cuantos años –él tendría apenas 10– se estrenó el documental sobre el nacimiento de la formación morada. No sé qué se le pasó por la cabeza a mi cachorro cuando me pidió que fuéramos los dos a ver la película. Al salir del cine, sentenció: «mamá, tú me explicas que en Podemos manda Pablo Iglesias, pero no, el líder es el de las gafas, el que le dice al de la coleta qué tiene que decir y cómo». Efectivamente la ambición de Errejón, su empuje y su personalidad traspasaban la pantalla. ¿Desde cuándo Pablo habrá sido consciente del brillo amenazante, de la potencial traición de su número dos? ¿En qué momento Íñigo rompió íntimamente con su número uno, y por qué? Me temo que tardaremos otros tantos años en conocer la historia verdadera de este grupo de colegas idealistas que iban a cambiar el mundo, juntos, y acabaron ignorándose, sumidos en una enemistad reptiliana.

Pablo Iglesias presentó esta semana la novela de mi colega Daniel Serrano en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Íñigo Errejón quiso confirmar su candidatura el mismo día y en esa misma sala que iba a ocupar Iglesias. No le fue posible, la editorial la había reservado antes... Así están las cosas, me temo.

Algo debe de hacer muy mal la actual cúpula de Unidas Podemos para que las confluencias les abandonen. «Más País» hará mucho daño a los morados el 10 de noviembre y, con seguridad, rascará votos socialistas. Pero esa deslealtad de Errejón a Iglesias, cocinada durante meses, a fuego lento, no debería pasarla por alto el votante de izquierdas.