Opinión
El San Telmo en la Antártida
Aprovecho el verano para refrescarme con lecturas náuticas, todas ellas rebosantes de aventuras, esfuerzos y sacrificios. Reconozco que puedo parecerme a lo que los ingleses denominan un «armchair’s sailor» (marino de sillón), es decir, un lector que navega plácidamente desde la cómoda butaca de su casa y no desde el peligroso y comprometido puente de mando de un buque. Este año, además de circunnavegar el mundo de la mano de José Luis Comellas, con su muy interesante libro «La primera vuelta al mundo», he vivido la aventura de la desaparición del San Telmo en aguas antárticas en septiembre de 1819, y de la que en estos días se cumplen 200 años. Recientemente ha habido una interesante exposición sobre este navío en el Museo Naval de San Fernando. Corría el mes de junio de 1818 cuando ya el cono sur americano se autogobernaba al margen de la metrópoli, aunque en Perú aun había luchas entre los realistas y los sublevados. Para intentar sofocar la rebelión, Fernando VII envió en 1819 una expedición pomposamente llamada «División del Mar del Sur», mandada por el Brigadier de la Armada Don Rosendo Porlier y compuesta por los navíos: San Temo, Alejandro I, la fragata Prueba y la fragata mercante Primorosa Mariana. El San Telmo era el buque insignia y estaba al mando del capitán de navío Don Joaquín Toledo. La División se hizo a la mar en Cádiz el 11 de mayo de 1819, excepto el Alejandro I –buque adquirido junto con otros a Rusia en un estado lamentable– que por averías partió al día siguiente. Al pasar el ecuador, Porlier ordenó su vuelta a Cádiz, ya que su navegabilidad corría peligro. El resto de la División recaló en Río de Janeiro y Montevideo, a la espera de poder doblar el cabo de Hornos en la primavera austral. Al principio navegaron juntos, pero al poco, los fuertes temporales los hicieron abatir hacia el sur y se dispersaron. La fragata Prueba llegó al Callao el 2 de octubre, y la Mariana lo hizo el 9 informando que se había separado del San Telmo el 2 de septiembre en 62º de latitud sur y 70º de longitud oeste, cuando este navío tenía averías en el timón, verga mayor y tajamar. Nada más se sabe del San Telmo, todo son conjeturas, pero determinadas pruebas y los restos arqueológicos encontrados permiten deducir que los tripulantes del San Telmo fueron los primeros en pisar tierras antárticas. Sin embargo, la gloria del descubrimiento antártico se la llevó el inglés William Smith, quien no tuvo inconveniente en reconocer que en su exploración encontró restos de un buque, que muy probablemente pertenecían al San Telmo. No obstante, la caballerosidad de Smith no tuvo su equivalente en su jefe, quien le obligó a callar, y así, permitir la toma de posesión británica de las nuevas tierras. En cualquier caso, es generalmente admitido que el primer avistamiento de las tierras australes, que no desembarco, lo tuvo el español Gabriel de Castilla en 1603. La toponimia antártica mantiene, al menos, dos referencias al San Telmo: una la «Cordillera San Telmo», en la isla San Pedro, en las Georgias del Sur, hoy bajo administración británica y reivindicadas por Argentina, al igual que las Malvinas. La otra es la «San Telmo Island», señalada en antiguas cartas náuticas inglesas, muy cerca del cabo Shirreff, (cabo Alvarado para los argentinos) donde se cree que encalló el San Telmo, al norte de la isla Livingston, lo que acreditaría el conocimiento ingles ocultado en su día. Aunque el Tratado Antártico paralizó, pero no anuló, las demandas de soberanía sobre las tierras australes, ninguno de los países interesados ha renunciado a sus reclamaciones territoriales. Por ello, Chile y Argentina tienen un especial interés en conocer la desventura antártica del San Telmo, pues reforzaría sus reivindicaciones de soberanía como legítimos herederos que son de España. De ahí que marinos y científicos chilenos y argentinos, al igual que españoles, estén interesados en conocer el último destino del navío. Azorín escribió un artículo haciendo referencia al avistamiento, desde el buque italiano Volturno, del San Telmo a la deriva en aguas antárticas. También expone que el capitán de navío, Don Roque Guruceta, emitió un informe adverso muy enérgico sobre los navíos adquiridos a Rusia y que el Gobierno lo suspendió de empleo y sueldo... Albar Vázquez escribió «Muerte en el Hielo» donde narra, quizás de forma algo fantasiosa, lo que le pudo haber pasado al San Telmo y a su tripulación después del 2 de septiembre de 1819. Los conocimientos más actualizados sobre este navío provienen del «Proyecto San Telmo», capitaneado por el catedrático de la Universidad de Zaragoza Martin Bueno, fruto del cual es la tesis de la doctora Elena Martín recientemente publicada «Tras las huellas del San Telmo», de la que destaco, a modo de resumen, lo siguiente: «Con todas las evidencias tras la recopilación y análisis de los materiales y documentación del Proyecto San Telmo, nos encontramos en disposición de asegurar que fueron los españoles los primeros en poner pie en la Antártida y que la gloria de su descubrimiento, a pesar de ser fortuito e involuntario, debería serles reconocida». Y continua con una frase que hago mía para general recuerdo «En espera de dicho reconocimiento, sirva el presente trabajo de humilde homenaje al San Telmo, a Rosendo Porlier, a Joaquín Toledo y a toda su tripulación».
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