Opinión

Lo que España quiere

España apenas habla en la cafetería de la posible aplicación, en Cataluña, del articulo 155, y mucho menos de la Ley de Seguridad Nacional. A España le importa poco la exhumación de Franco; menos aún los cordones sanitarios «de quita y pon» de un partido político a otro. España está empachada de elecciones, aburrida de mítines, cansada de propaganda electoral. Qué más da si Pedro Sánchez confunde el jamón ibérico con el serrano, si Díaz Ayuso habla de parroquias ardiendo o si Rufián dice cualquier barbaridad. Sus declaraciones no mejoran ni alegran la vida del español medio, mileurista –o poco más– que llega justito a fin de mes, que disfruta pensando en sus próximas vacaciones, que desconecta con la tele fácil, con el show del corazón.

No digo yo que Cataluña no merezca una reflexión pausada si llega la sangre al río tras la sentencia del procés, tampoco pretendo relativizar la importancia histórica del traslado de los restos del dictador, pero vaya: puestos a mitinear, de nuestros representantes públicos se esperan soluciones eficaces para nuestros problemas urgentes, económicos, en un contexto de desaceleración mundial y bolsas en alerta. Ahora que arrecia el miedo por la guerra comercial entre Estados Unidos y China a cuenta de los aranceles, a ver qué ideas inteligentes proponen nuestros políticos para proteger a los productores españoles que exportan al otro lado del charco queso, jamón, aceite, vino, lácteos. Estoy esperando mítines constructivos con la esperanza de engancharme, de una vez, a esta precampaña de humo.

Entretanto me sobrecoge, como a tí, la locura de esa mujer que, supuestamente, mata a su pareja, hierve su cabeza, la mete en una caja y se la regala a una amiga. A falta de que la policía localice el resto del cuerpo del susodicho, Castro Urdiales roba la atención colectiva.

También nos inquieta ver, en el banquillo, a Pedro Luis Gallego, el violador del ascensor. Nos indigna que la doctrina Parot haya dejado en la calle a enfermos como él, reincidentes, tras cumplir sus respectivas condenas. Ahí están Félix Vidal Anido, el violador del estilete; Pablo García Ribado, el violador del portal y Antonio García Carbonell. ¿Cómo protegernos de ellos? España pide respuestas muy concretas a sus políticos. Me lo chiva todo la curva de la audiencia del informativo.