Opinión
Múltiples Torras
Menudo trajín se trajo Quim Torra este martes actuando de activista y gobernante a la vez. Le imagino yendo y viniendo desde su despacho de revolucionario al suyo de presidente, cada uno en un ala diferente del Palacio de la Generalitat. En uno alienta a una masiva manifestación y en el otro instaura el orden entre los manifestantes que él mismo convocó. Podría ser el argumento de una típica película de thriller psicológico de cara al próximo Halloween, en la que el protagonista tiene múltiples personalidades y siempre hay un detonante que activa las identidades. En el caso que nos ocupa las personalidades sólo serían dos: títere del cobarde Puigdemont y presidente de una comunidad autónoma. El detonante: un teléfono amarillo (no podría ser de otro color porque la gama cromática del protagonista es muy limitada). Nada mas salir la sentencia del «procés», una llamada desde Waterloo entra en el teléfono amarillo: hay que ser contundentes contra la decisión del Tribunal Supremo. Y ahí vemos a Quim saliendo disparado como alma que lleva el diablo, subiendo escaleras y cruzando vestíbulos, transformándose en el camino a revolucionario, entrar en el otro despacho y hacer un tuit llamando a la movilización contra la injusticia de las condenas. A su regreso como president se encuentra que un tsunami de violencia generaliza ha tomado la Comunidad, el aeropuerto, el ave, la Delegación del Gobierno, es decir, Cataluña está en llamas y se le ha ido de las manos. Tiene que garantizar la seguridad y el normal funcionamiento. Ayer, mientras Colau seguía limpiando las calles de la cera de las velas, Quim recibía otra llamada y acudía a Caldes de Malavella para unirse a una marcha independentista y hoy sigue pendiente del teléfono a la espera de marcharse a Waterloo o internarse en un psiquiátrico.
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