Opinión

Puente de los nervios

Estamos en campaña, ¡aleluya! La más breve de la Democracia. La más exótica, la más cansina y enigmática. Qué bien sienta comenzarla lejos de lo cotidiano, en medio de un puente de noviembre. Otros que yo me sé andarán estos días rodeados de asesores, apuntes, tilas, nervios propios y ajenos, documentos económicos, ensayando respuestas al rival y televisivos golpes de efecto, buscando desesperadamente palabras mágicas para ganarse la confianza del espectador del debate del lunes. Aunque suene a topicazo cacofónico, el evento televisivo será un acontecimiento decisivo: no habrá más de estas características, tenemos encima de la mesa a siete millones de indecisos y un considerable porcentaje de ellos decidirán, seguramente, el sentido de su voto a lo largo de esos 150 minutos.

Las cúpulas de los partidos llamados al examen del Pabellón de Cristal son muy conscientes de la trascendencia de su puesta en escena. Se han vuelto especialmente puntillosos con los periodistas mientras, de puertas adentro, comparan sus sondeos internos con aquellos que publican los medios y, cómo no, con el último CIS. ¿Qué decir de sus respectivos líderes? Con el debido respeto, todos son hombres –qué novedad y qué hartazgo–, todos presentan un aspecto homogéneo, andan entre los treinta y los cuarenta, están emparejados, tienen hijos. Todos, en el fondo, parecen salidos de la misma factoría de marketing. Pero todos se juegan mucho, atendiendo a los sondeos en intención de voto. Si Ciudadanos se da el batacazo pronosticado, Albert Rivera puede caer definitivamente y llevarse consigo la esencia de su proyecto naranja. Si Pablo Casado no llega a los 100 escaños, se desatará una crisis interna en el PP. Pablo Iglesias, ya despojado del halo ilusionante del primer Podemos, se enfrenta a sus propios demonios, internos e inciertos. Santiago Abascal será, este lunes, la única novedad objetiva que llevarse a la boca «en modo novato», midiéndose con el resto de los candidatos.

Frente a ellos, veremos al Pedro Sánchez resiliente, manual de resistencia bajo el brazo, caminando por el alambre. Con un argumentario que contente al socialismo mesetario –al que abraza la unidad, la bandera– y al catalán federalista, que crece haciendo guiños al nacionalismo y a los comunes. Cuando Alsina le entrevistó emergieron sus incongruencias, pero me temo que eso no sucederá el lunes. Costará preguntar.