Opinión
Sieso machismo
Me alegra que la RAE, de vez en cuando, acepte en su universo palabras de uso común y, de paso, nos distraiga un rato de la campaña y de otros tantos dramas cotidianos. Asumidos quedan conceptos como «zasca» –al que tanto recurren nuestros jóvenes políticos–, «antitaurino», «arboricidio», «casoplón» –como aquel tan famoso de Galapagar– o «brunch» (pregúntale a tus padres lo que significa brunch y luego me lo cuentas). Más extendidas, sin duda, el recién llegado «capillita» y el «besapié» de cada Semana Santa, o el «sieso» de toda la vida.
La RAE está obligada a incluir regularmente en sus diccionarios el lenguaje de la calle aunque, por su naturaleza conservadora, le pase lo mismo que a la Iglesia: ambas instituciones van por detrás de la sociedad, reacias ambas a abrazar la evolución de los pueblos.
Aún quedan bastantes muestras de machismo en muchas acepciones que recoge la Academia. Por ejemplo, el término «cocinillas» se refiere a la persona aficionada a la cocina y también –ojo al detalle– al «hombre que se entromete en las tareas domésticas, especialmente en las de la cocina». Uno más: «mujer de la calle» se define, en su segunda acepción, como «la prostituta que busca a sus clientes en la calle». El «hombre de la calle» es una «persona normal y corriente». Si buscas en la RAE a la «mujer de gobierno», te explicarán que es la «mujer de su casa», o la «criada que tenía a su cargo el gobierno económico de la casa». Ya sabemos todos que quien reside en La Moncloa es un «hombre de gobierno». Nada que ver con nosotras, que todavía no tenemos, en noviembre de 2021, a una sola candidata a la presidencia a la que jalear.
De machismo continuado y discriminación reconcentrada supo, a lo largo de toda su carrera, la gran científica Margarita Salas. Nos acaba de dejar una de las únicas once mujeres que han pertenecido a la RAE (después de tres siglos de historia y un par de centenares de académicos). Salas explicaba que lo importante es no tener arrugas en el cerebro. Creía que, si se comparten las cargas familiares, pronto la mujer ocupará el lugar que le corresponde. No le quito razón pero, incluso en ese escenario ideal, no habría dos como ella.
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