Opinión
10-N: Gana Abascal, pierden los españoles
La jornada electoral del pasado domingo nos deja varios titulares tremendamente claros, aunque no por ello demasiado esperanzadores. Las cuartas elecciones generales en cuatro años, convocadas -ya se ha visto- por Pedro Sánchez en el peor momento, no van a contribuir a resolver ni uno solo de los problemas que tenía España, añaden una dosis de bloqueo aún mayor a la que hemos sufrido en los últimos meses y han terminado por ‘italianizar’ del todo la política española.
Sánchez: ¿tantas vueltas para esto?
Porque eso y no otra cosa es lo que ha salido de las urnas. Los españoles han hablado alto y claro y lo y han hecho culminando su desconexión de la política y de sus políticos. El PSOE ha ganado las elecciones, sí, y ha sido el partido más votado, con 120 escaños. Pero se deja en la gatera 800 mil votos y aunque a él, a su líder, corresponde de nuevo la iniciativa de formar gobierno, esta tarea se antoja más difícil si cabe que en mayo de 2019. Entonces, PSOE y Unidad Podemos reunían por sí mismos 165 escaños entre ambos. Hoy, en compañía de ‘Más País’, no pasan de 158. Otro dato revelador: en 2015, entre Podemos e Izquierda Unida sumaban 6.112.000 votos, que junto a los 6.752.000 del PSOE, daban un resultado de 11. 864.000, por redondear. Hoy, la suma entre PSOE y Podemos apenas alcanza los 9.849.000 sufragios. No parece que la ‘nueva política’ le haya sentado muy bien a la izquierda. ¿Tantas vueltas en estos cuatro años y medio para llegar hasta aquí? ¿La regeneración era esto?
Es evidente que la decisión de colocar la fecha electoral a pocas semanas del conocimiento de la sentencia del ‘procés’ fue un grave error. Y que el PSOE ha sido el primer damnificado por ello, y tras él todos los partidos democráticos porque uniendo a ese ‘cocktail’ de circunstancias la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco, no parece haber habido más que un beneficiado, que no ha sido otro que el líder de Vox y los suyos. ¿Qué hubo cierto ánimo de ‘trocear’ el voto de un Casado que ya estaba en clara ascensión/recuperación? Puede; pero entonces debe concluirse que al estratega ‘monclovita’ que urdiera la jugada se le fue la mano.
Ahora el PSOE tiene por delante una ardua labor; puede conformar -o intentarlo- un ‘gobierno Frankenstein’, claro, pero… ¿aguantarán sus propios votantes y el resto de los españoles una mayoría sumada con retazos de Podemos y ‘Más Madrid’ junto al PNV y a ERC después de todo lo ocurrido en Cataluña en las últimas semanas? No creo. La otra opción, la única seria, podría consistir en una suerte de gran coalición con el PP; sin ejecutivo compartido, pero de acuerdo a la hora de afrontar juntos los grandes Pactos de Estado que España necesita como el comer y por supuesto con un acuerdo de investidura de mínimos que garantice una rápida resolución de esta interinidad que tanto nos está costando.
Casado: poco a poco afianzándose
El PP obtuvo un buen resultado, sí… ‘ma non troppo’. 22 escaños y 650.000 votos más que el pasado 28 de abril suponen un buen balón de oxígeno para Pablo Casado que puede dormir tranquilo una temporada más con su liderazgo revalidado, tras una primera y desastrosa cosecha electoral que, con aquellos 66 escaños, dejó al PP en su suelo histórico. Pero si en abril consiguió evitar el temido ‘sorpasso’ de Ciudadanos, ahora, en noviembre, le ha salido un serio competidor por su derecha: Vox. Ni en sus peores pesadillas barruntaban los dirigentes de Génova que los ultraderechistas, émulos de Le Pen, Orban y Salvini, iban a celebrar unos resultados como estos. Habrá más de uno en Génova que piense que Vox no deja de ser una escisión por la derecha de los populares… y tendrán razón. Pero eso no añade consuelo alguno a lo que es una realidad: sin la formación ‘ultra’, hoy el PP tendría en su bancada, no menos de 140 parlamentarios, cifra más que aceptable en los parámetros del clásico bipartidismo. En la noche del domingo, los ‘genoveses’ estaban contentos, atendiendo a los rostros del propio Casado, de García-Egea o de Ana Pastor -esa gran ‘esperanza blanca- que se ha convertido en la nueva ‘hada madrina’ del líder; pero deberá exigírseles también, al igual que a los socialistas y a su candidato, altura de miras y generosidad para llegar cuanto antes a un acuerdo. Los españoles no aguantarían unas terceras elecciones en marzo del año que viene. Serían demoledoras para todos y, por qué no decirlo, también para el crédito internacional de España.
Iglesias, de nuevo el gran ‘superviviente’
Unidas Podemos, a quien todos daban por ‘muerta’ hace no demasiadas semanas, no ha aguantado mal el envite. Es cierto que los de Iglesias pierden 7 escaños, pero lo es también que resisten y conjuran limpiamente el ‘peligro Errejón’. Los nervios de los primeros días al conocerse el lanzamiento a la arena electoral nacional del antiguo lugarteniente de Iglesias han quedado superados. Se equivocarían, eso sí, los morados si consumen demasiado tiempo mirando complacidos su ombligo. Desde el 2015, con aquellos míticos 71 escaños, no han dejado de caer: 42 y ahora 35… ¿dónde está el siguiente suelo? Si tuviera que asesorar a Iglesias y hacerle un favor a España, le instaría a ser menos exigente en sus conversaciones con Sánchez si es que el presidente en funciones opta por explorar la vía de la izquierda. No debe olvidar el político afincado en Galapagar que ha perdido otros quinientos mil votos en este viaje y que el electorado le está demostrando que su crédito no es infinito.
Rivera, la primera víctima del ‘10-N’
Si hay un fracasado claro y rotundo de esta noche electoral, no es otro que Ciudadanos y su líder, Albert Rivera. Con dos millones y medio de sufragios y 47 escaños menos, la formación naranja cae hasta niveles que ni los más pesimistas eran capaces de intuir. Rivera, en una comparecencia impecable, dio la cara para anunciar un congreso extraordinario en primera instancia y dimitir en la mañana del lunes 11. Punto y final a un liderazgo, que ha mantenido en los últimos 13 años, abrochado por el político catalán con una enorme dosis de dignidad y coherencia. En un emotivo discurso, Rivera ha asumido en primera persona -cosa rara en la política española- toda la responsabilidad por la catástrofe electoral.
El electorado naranja, el ‘menos fiel’ según la demoscopia, no ha entendido -ni perdonado- tantos cambios de rumbo: del ‘No es no’ al ofrecimiento de un gobierno con el PSOE de Sánchez ‘por sentido de Estado’. Ni Rivera ni los suyos, a pesar de haberse dejado la piel en ello, han sido capaces de explicar bien su sacrificio y menos aún por qué lo decidieron 48 horas antes de la disolución de las Cámaras, el pasado 23 de septiembre; hasta los mejor intencionados sugirieron que si lo hubiera pensado un par de meses antes, España se habría ahorrado estas segundas elecciones, una gran inestabilidad y 140 millones de euros. Lo siento por él, porque me consta que es un líder capaz de proyectar éxito y muy inspirador, pero se ve que estas cualidades no han sido suficientes. Deseo que de ese Congreso salga un Ciudadanos renovado y que haya aprendido la lección. En un país cada vez más polarizado como España es imprescindible una fuerza de centro liberal, por incomprendida que esta a veces pueda ser por su electorado.
Vox: el voto de la rabia
Dejo casi para el final, saltándome la lógica de los resultados, el análisis de Vox. No caeré en la simpleza de afirmar que en España han aparecido de golpe tres millones y medio de fascistas, claro está. No lo hice tras las elecciones andaluzas y no lo voy a hacer ahora. Es nítido que el voto a Vox no se residencia solo en bolsas de votantes nostálgicos del franquismo, aunque los haya, ni en puros ultraderechistas, aunque los haya… buena parte del voto a los de Abascal viene de la rabia, del cabreo, del castigo a una clase o ‘casta’ política que ha sido incapaz de hacer su trabajo, por el que le pagamos todos los españoles y llegar a un acuerdo de gobierno que nos hubiera ahorrado esta preocupante foto parlamentaria que nos ha dejado el 10-N. Vox ha sido la formación que mejor ha resistido aquel fracaso, básicamente porque no participó en él. Si el pasado 28 de abril cosechó 2.700.000 papeletas, ahora tiene ochocientas mil más. En un cómputo general, la derecha ha ganado casi un millón y medio de votos que no tenía y la izquierda ha perdido un millón doscientos cincuenta mil, descontando el ‘efecto Errejón’ que no ha pasado de ser un ‘experimento con gaseosa’ al que aún falta mucho tiempo si es que de verdad quiere consolidarse como una opción real. No seré duro con Íñigo, uno de nuestros mejores oradores parlamentarios, ni con los suyos; en apenas un mes y medio no se podía hacer más. Les animo de corazón a que sigan luchando por las ideas y por los valores en los que creen, aunque visto lo visto tengo mis serias dudas de que haya un espacio claro a la izquierda entre el PSOE Y Podemos.
Independentistas castigados… aunque conserven una parte de la ‘llave’.
Poco diré de las formaciones nacionalistas e independentistas; observo al PNV muy satisfecho -¡cuándo no!- con su llave de gobernabilidad. Esos seis, siete escaños que siempre consiguen tienen la virtualidad invariablemente de ser árbitros de la situación. La pérdida de 150.000 escaños sufrida por ERC denota el hartazgo de una ciudadanía que no aguanta más las mentiras del llamado ‘procés’ y que quiere, cuanto antes, cerrar heridas y restañar todos los cuantiosos daños originados a la imagen de nuestra querida y su querida Cataluña, parte inseparable del Estado español, lo quieran o no. Ojalá sea esta la legislatura en la que la política se imponga a la radicalidad y a la cerrazón de unos líderes que han empujado a una parte de la ciudadanía catalana a sacar lo peor de ellos mismos hasta el punto de alterar la convivencia gravemente y de enfrentarse con sus paisanos. ERC no obstante conserva ese puñado de escaños que pueden determinar una posible solución futura de Gobierno, aunque no sé cómo podrían explicárselo luego a sus votantes; Sánchez a los suyos y Rufián a los de ERC.
Enhorabuena, por lo demás, a ‘Teruel Existe’; la ‘España vaciada’ por fin tendrá voz en el Congreso. Ya era hora, y me alegro… de corazón.
Y ahora, con las presentes cartas repartidas, señores políticos… ¡a negociar! Por favor, no nos vuelvan a defraudar. Los españoles no se lo perdonaríamos. Lo que está claro, como dije en la ‘entradilla’ es que la conclusión más evidente de nuestra última cita con las urnas es un cuerpo electoral desconectado ya de su clase política y una ‘italianización’ de nuestra vida pública que veremos por dónde nos conduce.
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