Opinión

El abrazo del oso

Hay abrazos que duelen, hay abrazos que chocan y hay abrazos de ensoñación. En estos últimos tiempos hemos visto un par de abrazos que llevan las tres características: el de Letizia a la emperatriz de Japón el día de la entronización de Naruhito. Ese fue un abrazo de ensoñación, un abrazo que chocó por la friega que le dio la española a la japonesa en la espalda y que debió doler a la nipona por la intensidad del frotamiento en una piel tan delicada. El otro ha sido el abrazo de Iglesias a Sánchez, con los ojos entornados del ultraizquierdista chavista, no sabemos si con algún tipo de efecto en la entrepierna, ustedes disculparán la grosería.

El maestro Ussía dice que fue más que nada el abrazo de una mujer agradecida. Claro, como su partido se llama Unidas Podemos… un partido que excluye al hombre como macho de la especie humana, y, por tanto, discriminatorio. Pero aquí como lo que es discriminación y lo que no lo es lo deciden unos cuantos o unas cuantas, pues primero paz y después gloria. No seré yo quien meta baza ni en esto ni en nada, que, para eso, ya están los popes (¿y las popas?) de turno, que se consideran en posesión de la verdad.

Chocó que sellasen el pacto en ausencia del Jefe de Estado, que es quien manda formar gobierno a la lista más votada. Y puede que llegue a doler ese abrazo de acuerdo previo y prometedor de una vicepresidencia y tres carteras, que al ser para un comunista puede que no pasen de mochilas de loneta, ya que al fracasado y plagiario doctor le puede dar un aire que le haga cambiar de opinión. No sé, pero todo puede ocurrir y como le da lo mismo decir blanco que negro igual a la hora de publicar estas modestas líneas ha empezado ya conversaciones con los del otro lado.

A propósito del Rey, quien no pegaba nada verlo en Cuba aunque la disidencia agradeció mucho su visita, me encantó su discurso pronunciando la palabra que más temen los tiranos bananeros: “democracia”, algo de lo que vamos a carecer si se consigue formar el frente popular con que se nos viene amenazando desde la desgraciada noche electoral.

Mientras tanto una foto cutre ha sido protagonista de las últimas noticias de otro fracasado, Rivera, en un bar de carretera con su novia, cuyo estilismo no se cuidó en absoluto, ya que la decoración que adornaba la barra donde desayunaban consistía en unas patas de jamón serrano, ni siquiera ibérico, colgadas entre los dos rostros.

Pero al margen de abrazos y de fotos antiestéticas, mi interés actual está centrado en el consumo de leche de dromedaria, al parecer mucho más saludable que la de oveja, cabra o vaca, a las que estamos acostumbradas. Me encuentro en el campo, rodeada de nieve y de caballos, probando esta nueva moda como algo novedoso y hasta exótico y mojando un bizcocho casero para sobrellevar la cata. Espero que más tarde pasemos al vino que es líquido más noble.

Los nuevos anuncios de lotería de Navidad me resultan más patéticos que ningún año. He de decir que no invierto ni un euro en esta lotería (ni en ninguna otra) porque no tengo vocación de jugadora. Será porque no me ha tocado nunca. A mi madre le tocó de recién casada un buen pellizco y se hizo la más fan del mundo y en esta época comenzaba su ritual de recolección de números entre sus amigos. No me veo con ganas de continuar su tradición. Prefiero seguir catando leches, o, en el mejor de los casos, vinos.