Opinión

Vox vuelve a insultar a las víctimas de la violencia machista en su Día Mundial. ¡Vergüenza!

Hasta San José de Costa Rica, maravillosa capital en la que participo en un Foro Internacional de Liderazgo, han llegado los ecos del bochornoso incidente protagonizado por Javier Ortega Smith, secretario General de la formación ultraderechista Vox en el salón de plenos del Ayuntamiento de Madrid. Todo sucedía en el curso de un pleno en el que tenía lugar un acto institucional en el Día Mundial contra la Violencia Machista. Ortega protagonizaba una incendiaria intervención en la que, en la línea del programa que defiende el partido "ultra", negaba la existencia de la violencia de género. Mis ilustres colegas, desde el otro lado del Atlántico, no daban crédito a que en la Europa "desarrollada" siga existiendo una formación política que sostenga semejante barbaridad.

Al término de su soflama, una víctima de la violencia machista que lleva 22 años en una silla de ruedas a consecuencia de tres disparos cuando trataba de proteger a su hermana, se acercaba al jefe de Vox en el consistorio de la capital para gritarle a la cara, con toda su justificada indignación, pero también con toda su dignidad: "Llevo años luchando contra la violencia machista". "No se puede hacer política con esto". Por toda respuesta, recibía la indiferencia. Ortega, con gesto cínico, se mantenía de perfil y ni se dignaba a mirarla a la cara. Tremendo, cruel, vergonzoso, repugnante, pero real. Más aún si cabe en el día en el que un miserable, uno más, le clavaba un cuchillo en el cuello a una mujer de 26 años, su pareja, en Tenerife.

Con

anterioridad a este acto, ya se había visualizado una vez más la

posición de Vox en el acto institucional de la Comunidad de Madrid

en el que se entregaban los premios contra la violencia de género. Y

una vez más, podemos decir sin temor a equivocarnos que este grupo

político, que pide un "pacto contra el silencio negacionista"

y que se empeña en hablar de "chiringuitos" cuando se

refiere a todas las asociaciones feministas que de forma valiente

denuncian, luchan y se enfrentan a esta lacra, se convierte en

cómplice de los maltratadores. 

Niegan,

luego insultan

Nadia

Otmani, que así

se llama la mujer que ha tenido el coraje de enfrentarse a Ortega

Smith es la presidenta de la asociación Al Amal que se dedica a

ayudar a mujeres migrantes que sufren también el maltrato. Como he

dicho más arriba, en 1997 recibió tres disparos de su cuñado

cuando trataba de proteger a su hermana. Por toda explicación ante

su incalificable comportamiento, el número dos del partido de

Santiago Abascal decía que para ellos "la vida de una mujer y

la de un hombre valen lo mismo". ¡Qué

razonamiento más

ridículo

e ininteligible! Smith, aseguraba también "haber tratado con

respeto" a Otmani y trataba de defenderse diciendo que había

preferido "no contestar a una mujer que me estaba inquiriendo

como si yo fuese responsable de su tragedia". Increíble.

22 años

postrada en una silla de ruedas para que te insulten de una forma tan

despreciable.

¿Cuántas

humillaciones más a las víctimas habrá que soportar?

¿A

qué esperan el resto de los grupos municipales para reprobar a este

concejal? Hablo de un político que en teoría debería representar a

todos los ciudadanos pero que, en la práctica, sigue demostrando

hacer politiquería con tan despreciable y terrible lacra. La

expresión

"politiquería"

no es mía sino del alcalde de Madrid, José Luis

Rodríguez

Almeida, que afeaba minutos después desde el atril su comportamiento

a Ortega Smith. El alcalde le reprochaba que no hubiere cogido el

teléfono en reiteradas ocasiones, ¡desde junio!, al delegado de

Igualdad del Consistorio. Un silencio, para Almeida, "atronador".

El regidor del PP le exigía además que le citase una sola de las 21

medidas del Pacto municipal, suscrito por todos los grupos menos por

Vox, que no estuviera justificada.  

En

conclusión,

una vez más, se frustra el imprescindible consenso por culpa de un

partido que ya impidió hace algunas semanas declaraciones

institucionales en los ayuntamientos de España. Los entusiastas

“clones”

del pavoroso Viktor Orban, del ridículo

Matteo Salvini y de la inquietante Marine Le Pen, deberían

pedir disculpas públicas

y cambiar de comportamiento. Me temo que no lo harán y seguirán

siendo la vergüenza de las instituciones públicas en las que tienen

representación y aún

más

en las que ayudan a sostener a los respectivos gobiernos municipales

y autonómicos.