Opinión
Europa y la cuestión nacional
Un juez flamenco leyendo su sentencia en castellano para contradecir la tesis defendida por la Justicia española… No había mejor escenario para humillar a España. La oportunidad era extraordinaria, claro está. Se llega a ella siguiendo dos líneas de actuación y pensamiento características de nuestro país. Sin remedio, por lo visto.
Una de ellas es la judicialización de la política, que lleva a los jueces a hacer lo que no tendrían que hacer: política, justamente. Unas veces sin querer, como recordaba el Tribunal Supremo en su sentencia del «procés», y otras queriendo, como acaba de hacer el Tribunal de Justicia de la Unión. Una de las causas del Brexit, además de la demagogia y las medias verdades que tantas veces se han denunciado, está en la subversión que la preeminencia judicial impone a la constitución política del Reino Unido, según la cual las decisiones del Parlamento son intocables. Sin necesidad de intentar emular la tradición de quienes inventaron el liberalismo y la democracia liberal, bastaría con que la clase política hubiera hecho su trabajo, que es hacer política en un asunto tan eminentemente político como la cuestión catalana, en vez de trasladárselo a la justicia. Pero este tipo de cesiones siempre se pagan. Será el que actúa quien tome las decisiones que el que delega no quiso asumir. Ya está hecho.
Concurre además en este episodio lo que ha sido el fundamento del consenso de las élites españoles ante «Europa» desde tiempos que podríamos llamar orteguianos. Los problemas de España, incluido el territorial –es decir el nacional–, se solucionarían en «Europa». Las elites (en este caso las políticas y las intelectuales) vuelven a delegar un asunto existencial en ese nuevo objeto político que es la Unión Europea. Ahora bien, en la Unión Europea, que sigue estando integrada por Estados y por intereses nacionales, no todo el mundo tiene de la propia Unión la seráfica visión kantiana que nuestras élites han pintado para justificar su abstención, o su pusilanimidad. No siempre interesa una España fuerte, ni el proyecto de una Europa postnacional, que coincide con el proyecto socialista para España, lleva obligadamente a respetar las actuales fronteras.
Bélgica, desde esta perspectiva, ha sido una excelente elección por parte de los fugados de la justicia española. La falta de confianza que las élites españolas han demostrado una y otra vez en su propio país les ha sido devuelta… con una bofetada. Habrá más.
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