Opinión

República absolutista

Ya el invierno de nuestra desventura se ha transformado en un glorioso estío por este sol de York. Todo era posible. Hasta que los antaño jugadores de baloncesto se hicieran jorobados y urdieran planes para colocarse la corona de nuestra desdicha. El presidente quiere ser Rey, como Ricardo III, a la manera de Maquiavelo, o estar en su lugar, depende del susurro que al alba le atormente el oído. «Marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional». Tal y como el rey felón, que ahogó los gritos de los liberales robándoles gargantas de sangre. La Constitución vale si a Él le vale. Estábamos solos pero ahora seremos almas en pena que arrastran cadenas de plástico por el infierno.
Oh, el día que en el campo de batalla, como está escrito, ruegue «mi reino por un caballo» solo habrá mulas dando coces ante el más insignificante ladrido de un perro. No simulen aflicción. La maldad se extiende mientras los hombres buenos silban hacia Poniente la melodía fúnebre de sus ideas. Dejen ya de merendar hipocresías para mojar en el café. Hemos dejado que esto ocurra. Parte de la maldición también caerá sobre nosotros. Un día soñaremos que cabalgamos por el campo de batalla y el cíclope nos derriba.
Y qué decir de sus cómplices, que por dejar sus culos en el váter de la residencia oficial callan como ratas satisfechas lo que en otro momento hubiera sido motivo para una guerra cuerpo a cuerpo. Enrique V contra el delfín. Solo hay boquerones cobardes. Barones de castaña pilonga y entrepierna corta. Muchas pelotas en la boca que van sacando como pañuelos de mago hasta que llega el vacío. Resulta que no tienen vergüenza. La libertad decapitada de nuevo y España convertida en una aldea de la que costará seguir al mundo, si ese momento nos aguarda.
Dicen que es la democracia. Es momento, pues, si eso es exactamente así, de denunciar su absoluta corrupción, la mentira que su nombre esconde y la vergüenza que traerá a este pueblo resacoso y con pus cerebral. Si los ricos tiemblan, los pobres tiritan. ¡Si estos eran de los nuestros, joder! No. Estos son de ellos. De lo que diga Su Eminencia, que puede cambiar de opinión como signo de sabiduría. Lo peor está a punto de hacerse carne. El Rey y los Reyes, y entre ellos, el usurpador de ideas, el hombre que pasará a la Historia. En eso tengan fe. Y mientras tanto, en los especiales de Nochevieja, el malo es Donald Trump. Que seguro que usted no duerme por todo lo que hace Donald Trump. Coño. Donald Trump en la calle y Junqueras en la cárcel. Había que remediar esta distopía.