Opinión

El error de quitar peajes

Desde comienzos de este año, las autopista AP-7 (que enlaza Tarragona con Valencia y Valencia con Alicante) y AP-4 (que une Sevilla y Cádiz) han dejado de cobrar peaje a quienes transitan por ellas. La noticia ha sido recibida con aprobación por la mayoría de la población dado que, en apariencia, constituye un paso adelante en la gratuidad de las infraestructuras y en libre tránsito de los ciudadanos. Al parecer, con esta operación, nadie pierde y todos ganan: donde antes había mordidas injustificadas, ahora hay dos vías exentas de precio. Sin embargo, la realidad es bastante distinta. En Economía suele recitarse una acertada máxima que reza que «no existe el almuerzo gratuito» o, en otras palabras, que nada es gratis. La eliminación de los peajes en la AP-7 y en la AP-4 se ha efectuado con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. No es que mágicamente la concesionaria, Abertis, deje de cobrar un canon por recuperar la inversión efectuada, sino que ese canon ya no lo pagarán los usuarios, lo sufragarán los contribuyentes. El coste anual de suprimir los peajes ascenderá a 145 millones de euros. Pero, ¿hay razones para preferir que sean los contribuyentes quienes carguen con el coste del peaje? ¿Hay razones para preferir la socialización de los gastos en lugar de su privatización? La verdad es que no. De entrada, es mucho más justo que quien usa y consume un servicio cargue con el coste de proveerlo. Aquellos contribuyentes que no utilizan ni la
AP-7 ni la AP-4 no deberían ser corresponsables de cubrir el canon anual de esas autopistas; del mismo modo que cada conductor carga con el coste íntegro de comprar (o alquilar) su propio vehículo y de adquirir el combustible para impulsarlo, también debería ser cada conductor quien sufragara los gastos vinculados a la vía por la que circula. Además, socializar los costes de los peajes redundará en una doble ineficiencia. Por un lado, el tráfico por tales autopistas se incrementará: hasta la fecha, sólo las recorrían aquéllos que valoraban más transitar por ellas que lo que costaba el peaje; ahora, cualquier conductor transitará por ellas, aun cuando no otorgue demasiado valor a las ventajas (tiempo y comodidad) asociadas a tales autopistas. Más tráfico implicará mayores molestias para todos los conductores. Podrán entrar sin pagar a costa de soportar un mayor tráfico (algo que ya podían circulando por carreteras públicas). Por otro, un mayor tráfico supondrá un mayor desgaste de la calzada y unos mayores gastos de mantenimiento, los cuales terminarán siendo afrontados por los contribuyentes. El camino no es «liberar» el peaje de las autopistas, sino introducir peajes en las autovías para así descargar al contribuyente de su coste y conseguir un uso más eficiente de tales infraestructuras.