Opinión

Gibraltar y la soberanía

En el contencioso de Gibraltar, dice Arancha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores, la cuestión de la soberanía no es lo principal. Las grandes cuestiones, según la ministra, importan poco al ciudadano si al final no se le resuelven sus problemas. Además, la clave, en el siglo XXI, es la «gestión de la interdependencia». Según la ministra, ese es el marco donde se plantee la soberanía propia del siglo XXI.

El planteamiento de la ministra cobra una perspectiva nueva si se tiene en cuenta que del lado gibraltareño y británico, la cuestión de la soberanía ha sido y sigue siendo el centro de toda la larga e incansable estrategia sobre el Peñón. Además, hoy en día, esa cuestión afecta más que nunca a Gibraltar al haber reinstaurado el Reino Unido sus fronteras nacionales, también las que tiene con España. Se puede hacer como que el Brexit no ha existido: será consolidar la situación del Peñón y, ni que decir tiene, la soberanía británica que para la ministra no es relevante. Por fin, las palabras de la ministra tendrían otro sentido si perfilara alguna idea acerca de cómo hacer del Campo de Gibraltar una zona próspera, que a medio y largo plazo fuera algo distinto de aquello en lo que se ha convertido, una bolsa de mano de obra barata para el Peñón. Porque también se trata de empezar a sentar las bases de una situación en la que una parte de España deje de servir de territorio colonial a la colonia inglesa.

Las palabras de la ministra reafirman el sentido de fondo del «tratado» negociado por el ministro Borrell el año pasado, con el que se intentó resolver problemas de fiscalidad y doble residencia, al tiempo que se reconocía a Gibraltar una estructura institucional propia no reconocida hasta entonces por nuestro país. En la España post nacional que se empezó a diseñar con Rodríguez Zapatero y se plasmará con Sánchez, Gibraltar juega un papel clave. Da la medida exacta, perfectamente bien entendida por los independentistas catalanes y los nacionalistas de otras regiones, de hasta qué punto hay cuestiones no negociables en la posición gubernamental española. Y sobre todo, de cuál es la posición del progresismo en cuanto a la unidad nacional. Como siempre, la señal ha sido inequívoca. Soberanía para todos, menos para los españoles. Hay cosas que no cambian nunca.