Opinión

El virus ambiguo

Sabíamos que vendría y, sin embargo, nos sorprendemos de que España haya entrado tan de súbito en el mapa del coronavirus. Y cada uno se pregunta la actitud que debe asumir. Si tiene que emplear energías en evitar el contagio o si ha de vivir con total naturalidad. Entre las medidas a mano están el evitar aglomeraciones humanas (no sólo conciertos o conferencias, sino transportes colectivos), por supuesto el lavado frecuente de manos o el uso de mascarillas. Será interesante observar nuestras calles en las próximas semanas para analizar el comportamiento colectivo.

Porque lo desconcertante es que el virus mata menos que la gripe ordinaria, o por el estilo, pero las medidas adoptadas por las autoridades son muy superiores. ¿Por qué se informa de cada nuevo contagio como de los resultados de los partidos? ¿Por qué se aíslan poblaciones enteras y se suspenden actividades económicas importantes (encuentros deportivos, comercios, trabajo empresarial)?

Podríamos reducir la contradicción al hecho de que el coronavirus se contagia mucho antes de que la enfermedad manifieste los síntomas en el portador o a que no existe aún vacuna para la enfermedad. Cada año, gracias a la investigación en Asia sobre las cepas de la gripe, podemos prevenir a la población de riesgo (enfermos, ancianos y operarios en contacto con ellos). En este caso, por el contrario, hay que contar con que todos ellos afrontan la epidemia desprotegidos.

Pero nada de todo esto resulta tan preocupante en términos matemáticos. No habrá muchas más víctimas que las de la gripe e, inevitablemente, la tasa de mortalidad irá vinculada a la edad y la salud. La alarma científica es de otro orden. Se refiere a que lo desconocemos todo sobre este nuevo virus. No sólo sus orígenes son ignotos, ya que no proviene del mercado de animales de Wuhan, como pensábamos, sino que los técnicos trabajan exclusivamente con hipótesis construidas sobre los anteriores coronavirus respiratorios (el SARS o el MERS). En realidad, desconocen cómo se va a comportar. Si va a reinfectar o no a los curados, como ahora se especula. Si descenderá con la llegada de la primavera o el verano o se expandirá. Si mutará o si será dominado en la medida en que responda a las fuertes coerciones internacionales. Nos encontramos con un agente nuevo y fascinante. De ahí, a la vez, el interés de los expertos y su temor. Por eso tamaña respuesta sanitaria a una amenaza aparentemente convencional. Al ciudadano no le queda mucho margen, porque en general entiende –entendemos– poco. Si compramos mascarillas será por aprensión. Si no lo hacemos, por ejercer de listillos y valientes. Pero tanto nuestra prudencia como nuestra temeridad estarán más relacionados con el propio carácter que con los datos científicos, que son escasos.