Opinión

Conjura de incompetencia

Los acontecimientos que estamos viviendo en estos últimos días, con la enfermedad acechando nuestras vidas, no son sólo el producto de una adversidad que llega inopinadamente, sino el resultado de una conjura de incompetencia. Lo formulo así porque no quiero personalizar uno a uno a los incapaces que se ha reclutado la autoridad designada para afrontar la crisis, principalmente en el Ministerio de Sanidad, encuadrándose en un pelotón de los torpes incapaz de arbitrar decisiones urgentes. Porque torpes son quienes, por desconocimiento o inacción, han puesto todos los mimbres que eran necesarios para que miles de sanitarios hayan sufrido un contagio que merma la capacidad del sistema de salud para ocuparse con eficacia de los enfermos, destruyendo así de la noche a la mañana su prestigio y calidad. Nunca la sociedad española agradecerá lo suficiente el sacrificio de esos médicos, enfermeras, auxiliares, celadores y técnicos que han puesto su vida a disposición de los infectados pese al desamparo en que les ha dejado un gobierno que no ha sabido proveerles de la protección que requería su trabajo.

Torpes son las excusas: que si hay un problema de acceso al mercado, que si la epidemia explotó en la última semana de febrero, que si hay que eludir a los especuladores, que si China está muy lejos. Torpe es la información estadística incompleta difundida a diario. Torpe es adquirir test que no funcionan. Torpes son las declaraciones inoportunas –como la referida a una operación de transporte de mascarillas por la Guardia Civil que se presentó como una incautación y desencadenó el pánico entre los proveedores de material sanitario–, las ofensivas –como la que equipara a los farmacéuticos con las cajeras de hipermercado– o las imbuidas de fanatismo ideológico –como las de rechazo al esfuerzo altruista realizado por grandes y pequeños empresarios para aportar los acopios que la urgencia hace imprescindibles–. Torpes son, cómo no, los redactores de las peroratas televisivas de Sánchez, incapaces de hilar para él un discurso a la altura de las circunstancias donde no quepan ultrajes como el pronunciado contra los servidores públicos del orden y la defensa al decir que ya no los percibe « como un gasto superfluo».

Menos mal que, en España, la sociedad civil está dando muestras de lo mejor. Porque lo mejor son los empresarios y trabajadores que se han lanzado a fabricar mascarillas, geles, respiradores, batas y otros pertrechos, incluso a pesar de que desde Sanidad les achacan que no están homologados. Y también los ciudadanos que cada día salen, en la hora del ánimo, a jalear a quienes se ocupan de todos sobreponiéndose a esta conjura de incompetencia.