Opinión

Irene Montero deja atrás

Leí en LA RAZÓN que doña Irene Montero había dado una entrevista a la radio argentina La Pizarra. La escuché y tiene mucho interés. La señora ministra de Igualdad insistió en la consigna progresista de «no dejar a nadie atrás». Lo asombroso es que dejó atrás a millones de mujeres.

En primer lugar, a las trabajadoras venezolanas. Una omisión notable, tanto de ella como del entrevistador, el doctor Alfredo Serrano Mancilla, profesor español, asesor de la tiranía bolivariana, y autor del libro titulado: «El pensamiento económico de Hugo Chávez». Su identificación con la dictadura chavista es tal que Nicolás Maduro lo saludó como «el Jesucristo de la economía».

La señora Montero repitió que lo importante son los «derechos humanos para todos y todas» y «que no nos falte de nada a nadie». Objetivos más que plausibles, sin duda, pero brutalmente violados en Venezuela o Cuba, para cuyas mujeres no brindó ni una palabra de consuelo.

En segundo lugar, doña Irene dejó atrás la realidad, asegurando que lo que ha pasado en España es que se redujo el gasto público y se amplió el sector privado, lo que es más que dudoso, como saben las trabajadoras españolas contribuyentes, otras mujeres que dejó atrás. Afirmó de modo tajante que los países que mejor han abordado la pandemia son los países con más gasto público: la realidad la desmiente, véanse Corea del Sur vs. España.

En tercer lugar, por fin, y tras incurrir en varias muestras del antiliberalismo más caduco, doña Irene dejó atrás a las trabajadoras argentinas. Saludó así a Cristina Fernández de Kirchner: «una enorme mujer, grandísima política, Argentina tiene mucha suerte de contar con ella». Aplaudió, en suma, al emblema del Gobierno más corrupto de la Argentina democrática, y que se apresta, una vez más, a recortar los derechos y libertades de las mujeres argentinas.

Mucho hablar de «feminización de la pobreza», pero no tuvo ni un gesto de solidaridad y aliento hacia las mujeres víctimas del socialismo y el populismo.

Curiosamente, apeló a la resistencia «antifascista», sin percibir los nítidos elementos fascistas del kirchnerismo. Aunque también es verdad que nunca los ha denunciado en su propio partido, cuando son análogamente diáfanos.