Opinión
Bailando en la cuerda floja
El Gobierno está haciendo constantes equilibrios en la cuerda floja para sobrevivir. Nació débil, con apoyos poco recomendables y nada seguros, capaces de dejarlo tirado en la primera curva del camino. La votación del miércoles para prorrogar la alarma fue un aviso. El efímero compromiso con Ciudadanos -lo que queda de ellos- le ha salvado momentáneamente de la quema. Pero los de la «estelada» están que trinan con este apoyo. Contrarios a la Constitución del 78, no les interesa la gobernabilidad de España. Más bien, lo contrario. Prefieren un Gobierno débil y manejable. En el momento inaugural del cambio lo que importaba era echar del poder a la derecha y sacar provecho inmediato de la nueva situación en Madrid. Por eso apadrinaron provisionalmente a Pedro Sánchez, un político ambicioso, manejable y errático, al que dejarán caer cuando se convoquen elecciones en Cataluña o cuando ya no les resulte útil para su proceso soberanista.
Podemos, el aliado fijo del Gobierno socialista, que hizo de correveidile en la investidura y que mantiene vínculos estrechos con los socios de ocasión, coincide con estos en el repudio al sistema constitucional vigente, empezando por la Monarquía. Me aseguran en fuentes con acceso a los altos despachos de La Moncloa que no es verdad que Pedro Sánchez consienta o tolere por necesidad los planteamientos radicales de Pablo Iglesias, sino que se identifica plenamente con ellos. Aseguran esas fuentes que está abducido por el dirigente comunista. Esta coincidencia en los objetivos políticos y en los medios para alcanzarlos sería, en principio, una prueba de fortaleza y una garantía de estabilidad de la actual coalición gubernamental, aunque la evidente «podemización» del PSOE genere perplejidad y alarma entre los socialistas históricos y en las cancillerías europeas.
Sin embargo, la estabilidad parece más un deseo que una realidad. Se hacen apuestas. Sin contar con el desgaste que supone el arrollador «tsunami» de críticas por la gestión de la crisis sanitaria -empieza a vislumbrarse un triunfo histórico de la derecha-, tal fortaleza va a ser sometida pronto a prueba, cuando la UE plantee sus duras condiciones para el rescate. Difícilmente podrá aceptar Pablo Iglesias esas condiciones innegociables, radicalmente contrarias a su pretendida política social. Pero no habrá opción. Será, se prevé, el momento de la ruptura del «pacto de progreso» y la convocatoria de elecciones, posiblemente precedidas de una moción de censura. Analistas fiables sitúan las urnas en enero de 2021 o, como muy tarde, en la primavera siguiente. Resistir hasta entonces, bailando sin parar en la cuerda floja, tendría mérito.
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