Opinión

Artistas anormales

Llegan los trileros, echadores de cartas, gañanes del tarot y truhanes de medio pelo, convertidos en sociólogos, a predecir el futuro. Cómo será el día después. Seremos mejores personas, más solidarias y daremos leche a los gatitos que nos encontremos en la noche plateada. Saldremos más necios y con los misma tendencia al hijoputismo, y encima por culpa de una pandemia que de ser una película no la admitiría ningún festival, tan larga y vulgar. Por poco que hagamos ya seremos héroes, palabra pervertida por el sarpullido del aburrimiento y la sentimentalidad. Incluso esos vendedores de crecepelo merecen perdón, pícaros en un paisaje de sinverguenzas que se buscan la vida en la cloaca de la incertidumbre. Pero... leo un manifiesto de “artistas”, de Almodóvar a Robert de Niro y de Penélope Cruz a Juliette Binoche, que colma la paciencia ante el ridículo. Los que aspiran no a volver a la normalidad sino a cambiar el mundo ahora que desde sus televisores ven cómo los ataúdes componen un bello “travelling” que hace de medium para sus revelaciones. Es hora, dicen, de escuchar al Planeta y de parar la escalada consumista que nos ha llevado hasta aquí. Actrices que anuncian cruceros y cremas "deluxe” y actores que ponen la cara para que les acaricie una marca de automóviles. ¿En qué pensaban cuando cobraban por esos trabajos? Los vendedores de sueños quieren que recojamos la basura que ellos han tirado al mar.  No les basta el silencio confinado. Los adalides de la ética global nos escupen con mascarilla. Y desde aquí les devuelvo una peineta con guantes.