Política
Elecciones y vuelta a empezar
La crisis del Covid-19 está suponiendo un mayor alejamiento entre la sociedad española y sus representantes políticos. En tanto que miles de familias han perdido a alguno de sus seres queridos, la utilización de las cifras de fallecidos con fines electorales y los pactos entre bambalinas están marcando la actividad política.
La última votación para declarar la prórroga del estado de alarma ha dejado secuelas en los días de resaca. La primera controversia vino de la mano de la negativa del gobierno a conceder la fase 1 a la Comunidad Valenciana.
La indignación del presidente Ximo Puig vino dada, primero, por las consecuencias económicas que eso tendrá de cara a la temporada de verano y, en segundo lugar, porque, con peores estadísticas, Euskadi ha recibido el sí a la desescalada. Quedan pocas dudas en relacionar esa decisión con el apoyo del PNV a la votación del Congreso.
Por otra parte, en la guerra política, destaca siempre, no podía ser de otra manera, la batalla por Madrid. El conflicto entre Ayuso y Ciudadanos hace sugerir la posibilidad de una moción censura contra el Partido Popular.
Ángel Gabilondo ve con fastidio que se hable de esa maniobra, porque sabe que es muy complicado que se produzca y requeriría mucho tiempo, de manera que la posibilidad le mantendría atado a su escaño regional, cosa que detesta, impidiéndole medrar en un ministerio.
El tema es complicado, para un viraje semejante, Ciudadanos debería tener un acercamiento mucho mayor al PSOE. Quizá para el momento del rescate económico de la Unión Europea, en el que Arrimadas ofrecerá su apoyo al gobierno para dar mayor estabilidad y un carácter más centrado, pero para eso aún queda mucho.
Además, Ciudadanos no tiene escaños suficientes, lo que sitúa al PP como pieza clave de la gobernabilidad, porque Podemos está en una situación más cómoda con los independentistas.
Aunque tampoco es descabellado pensar que las desavenencias madrileñas podrían deberse a un intento de los naranjas de recuperar algo de personalidad propia, muy desdibujada y hasta confundible con el PP, desde el pacto en Andalucía que les dio la presidencia la Junta o, sencillamente, por el carácter soberbio de los líderes regionales.
Todo es tacticismo intentando menoscabar al adversario y sobrevivir, en el que hasta las palabras son cuidadosamente elegidas para no gastarse.
Sánchez, por ejemplo, no utiliza nunca la palabra ”rescate” cuando se refiere a la intervención de Europa en la crisis económica que nos ha caído, recuerda al empeño que tuvo el expresidente Zapatero en no pronunciar la palabra “crisis”. Claro que hay excepciones, como Simancas, al que se le dan mejor las manualidades que hablar.
Mientras tanto, lo que está en juego es la vida de nuestros seres queridos y el sustento de las familias españolas, muchas de ellas, a día de hoy, sobreviven gracias a las ayudas de los servicios sociales, ONGs, Cáritas, Fundación Altius y otras organizaciones benéficas.
Cuando se hayan vuelto a repartir los cargos, en función de nuevos acuerdos o de reacuerdos, habrá elecciones y vuelta a empezar.
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