Opinión

Charles de Foucauld

La Iglesia contará pronto con un nuevo santo: el francés Charles de Foucauld. Francisco le canonizará tal vez este año si la pandemia lo permite. Charles de Foucauld nació en Estrasburgo, a mediados del siglo XIX, en una familia aristocrática. Su vida novelesca se desarrolló entre Francia, Tierra Santa, Siria, Marruecos y Argelia donde murió asesinado el 1 de diciembre de 1916. Muy joven había ingresado en la prestigiosa Escuela Militar de Saint Cyr pero su carácter fogoso le llevó a dilapidar su cuantiosa herencia en juergas y francachelas. Después de haber luchado en Túnez emprendió un arriesgado viaje de estudios a Marruecos donde por vez primera entra en contacto con la religiosidad musulmana que le produce un fuerte impacto.

Su vida da un vuelco en octubre de 1886 cuando se convierte y parte como peregrino a Tierra Santa. A su regreso decide entrar en la Trapa primero en un monasterio francés y poco más tarde, a petición propia, en otro sirio. Abandona el Cister y se refugia durante tres años en Nazaret donde se empapa del misterio de la Sagrada Familia. Cuando regresa a Francia es ordenado sacerdote en junio de 1901. Meses después viaja a Argelia y se instala en Tamanrasset, en la región de Hoggar, donde entabla una estrecha relación con el pueblo Tuareg asimilando su cultura y su lengua (publicó un diccionario francés-tuareg). Vive solo como un ermitaño, no hace proselitismo pero lucha por defender y promover los derechos humanos y espirituales de sus vecinos y amigos saharauis. Foucauld –dijo Francisco al abrir el Sínodo de la familia– «intuyó como pocos el alcance de la espiritualidad que emana de Nazaret… a través de la cercanía fraterna y solidaria con los más pobres y abandonados entendió que son precisamente ellos los que nos evangelizan».