Opinión

Los supercuñados

Todo indica que, mientras esté en él Pablo Iglesias, este gobierno no va a arreglar gran cosa. En lugar de prepararnos para el previsible rebrote del coronavirus que tendrá lugar en otoño, el vice anda perdiendo el tiempo gesticulando contra la policía, la comunidad de Madrid y a todo el que se le ponga por delante. Olvida que está en el gobierno y no ya en la oposición. Ahora tiene que mojarse y hacer cosas; no vale esta vez solo criticar y decir que tú lo harías mejor. Los españoles hemos puesto a su disposición los medios para demostrar esas supuestas capacidades y, por ahora, no es que se esté luciendo precisamente. Quizá es que no sirve para ello, no da con la tecla, no sabe cómo y por eso está tan nervioso y fuera de registro. Criticar es fácil. Lo difícil es hacer.

No le vimos el pelo en el pico de la pandemia. Es como si deseara que todo fuera peor de lo que va, para poder aparecer luego quejándose. Es una actitud que me recuerda mucho un pequeño pero formidable episodio de hace ahora noventa días, cuando se tuvieron las primeras noticias de las posibles comisiones del rey emérito. Salió por la tele Victoria Rosell, de la misma formación que Pablo, juez designada como delegada contra la violencia de género, y dijo nada menos que tenía la esperanza de que, con estos escándalos, resurgiera el republicanismo. Era como si alguien al que acaban de nombrar capitán de un barco se dirigiera al pasaje y le dijera que, dado que él simpatiza enormemente con los botes salvavidas, lo que más desea en la travesía es un buen naufragio para que todos se den cuenta de lo atractivos que podrían ser esos artefactos, objeto de su agrado. Si esta mujer es juez, ¿dónde queda además la presunción de inocencia? Con este tipo de tripulación es con la que nos adentramos en la tormenta del coronavirus. Son del tipo cuñado, de los que llenan tanto los botes salvavidas (hospitales) que terminan hundiéndolos. Es comprensible que el pasaje tenga sus aprensiones.

La Historia de la humanidad desborda desde hace siglos de redentores baratos. Cuando vean a uno cerca, hagan como yo; súbanse la cremallera de la cazadora y pongan entre él y ustedes toda la tierra posible de por medio.