Opinión

La nueva normalidad

Ya sufrimos el tráfico en las grandes ciudades, con sus conductores cabreados. Ya volvió la liga, sin público. Ya no habrá verbenas, ni ferias, ni tablaos. Ya podemos ir a las tiendas, ya empezamos a conformarnos con la nueva normalidad que se nos avecina este verano: terrazas con cita previa y tasa COVID, discotecas sin pista de baile, furgonetas tuneadas como autocaravanas, hoteles a medio gas, playas parceladas, desinfectantes y mascarillas a todas horas, toma de temperatura en cualquier circunstancia, la distancia social más que asentada, la carencia de besos y de abrazos. Y en septiembre, ¿las clases de los niños en carpas, en polideportivos? Si eso tiene que ser así, el teletrabajo debería también imponerse para muchos de sus padres. Al tiempo.

Lo que me inquieta de este camino de fases son los últimos rebrotes, pájaros de mal agüero. Y cada vez voy conociendo más casos, en mi entorno, de empleados que se quedan en el paro de la noche a la mañana, porque sus empresas quiebran. De amigos que no han cobrado el ERTE, aunque hayan vuelto a su trabajo. Y no se acaban las colas del hambre, y no hay plan B para reactivar nuestra economía, señalada expresamente por la OCDE. Lo que me quita el sueño es saber que, según todos los expertos consultados, nos espera otro gran rebrote a la vuelta de la esquina.

Lo que me sorprende es ver a sus señorías en el Congreso, por una vez, apostando por el ingreso mínimo vital. Lo que me duele, que todos nuestros políticos eludan responsabilidades y señalen al partido contrario cuando toca hablar del drama que se ha vivido en nuestras residencias. Lo que no tolero es que las autoridades correspondientes nos aseguren que no tenían suficiente conocimiento sobre la pandemia a principios de marzo. La sufrían ya entonces los sanitarios, en las urgencias de los hospitales. Te lo explican ellos, con pelos y señales. Hubo una gestión negligente del asunto, y me da la impresión de que pagarán justos por pecadores. Veremos.

Llegamos exhaustos a esta nueva normalidad plagada de incertidumbres, sin saber siquiera cuántos se nos marcharon, a ver quién comprende el jeroglífico de las cifras. Gestionados por un Gobierno bicéfalo, camarote de los hermanos Marx. Razón no le falta al ex presidente.