Opinión
El calendario
Deben existir aproximadamente cuarenta formas de calendarios, pero el noventa por cien de la población mundial nos apañamos con tres o cuatro de ellas para contar el tiempo. Empieza a ser inquietante, sin embargo, la posibilidad de que el actual gobierno esté intentando imponer una nueva manera.
Veamos: el trece de enero fue su toma de posesión. En menos de ocho semanas, había acumulado otras tantas chapuzas. Primero fue Dolores Delgado, luego la mesa bilateral, Delcy Rodriguez, las devoluciones en caliente de Melilla, las primeras noticias del Covid y no saber qué hacer con el Mobile Congress. Para despistar, a un miembro señero del gobierno no se le ocurrió nada mejor que acusar de terratenientes a los agricultores. Acto seguido, el Gobierno renunció a usar la palabra Constitución en los comunicados por exigencia de los independentistas. Tras ello, llegó el fabuloso rifirrafe de la ley de Igualdad, donde, el 3 de marzo de 2020, el presidente abroncó a su propia vice por haber filtrado 26 páginas de defectos que tenía el anteproyecto de ley hecho precisamente por la mujer de su otro vice. El escándalo mayúsculo fue que el consejo de ministros de ese día aprobó una ley que no se había escrito todavía. Eso quedó enseguida superado por el increíble hecho de enviar a la población, cinco días después, a intercambiar virus mortales en grandes concentraciones. La semana siguiente, el mismo Gobierno que nos había instado a reajuntarnos el 8 de marzo nos separaba encerrándonos durante tres meses. ¿Se pueden encadenar más chapuzas en menos tiempo? Es detectable la pauta numérica de un escándalo cada siete días. Los últimos han sido el pacto con Bildu, la destitución de Pérez de los Cobos, las alucinaciones golpistas de Garzón, el calificar de crimen el vice a su propia gestión y, este lunes, desmentir el desmentido de las fronteras.
Contar el tiempo en semanas, señaladas cada una por un escándalo gubernamental, es un sistema ingenioso de calendario que Sánchez puede considerar a su medida. Tiene la ventaja de que él sustituye al sol y la luna, que es lo que probablemente deseaba. Pero la vida, contabilizada así, se nos puede hacer a la población muy larga y desalentadora.
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