Opinión
Vientos del pasado
Ahora resulta que nos quieren hacer creer que la culpa del coronavirus la van a tener el rey Juan Carlos o Felipe González. Me parece que no cuela. Ya nos quisieron convencer de que la culpa era del PP y la argumentación solo funcionó entre los que desesperadamente buscan relatos para no tener que renunciar, aunque sea con las excusas más endebles, a sus ideas preconcebidas. Lo llamativo de estas ocurrencias de propaganda es que van orientadas siempre al pasado, a un pasado curiosamente cada vez más lejano. Lo cual indica que la estrategia propagandística del gobierno está más dirigida a no perder los votos de los ya convencidos que de ganar con buenas razones nuevas cuotas de votantes.
Es una estrategia que indica cierto desespero pero no una preocupación inmediata. Mirar a ese pasado lejano no sé si funcionará porque el coronavirus sigue estando aquí, presente en nuestras vidas, con los servicios médicos tocados, con una debacle económica que va avanzando implacable y que se va a agudizar en los próximos meses. ¿Servirá entonces echarle la culpa a Millán Astray de un virus del siglo veintiuno? Todo dependerá de la capacidad de admitir las evidencias por parte de nuestros contemporáneos. Tenemos los peores números de Europa en daños del coronavirus, tanto en población civil proporcional como en sanitarios perjudicados. Tras muchos años volvemos a estar de nuevo a la cola de Europa en cifras. El invierno que viene será el de nuestro descontento. Pensar que las cosas son impeorables es una ingenuidad que tiene sus límites incluso entre los fanáticos más mineralizados. El sistema ha mostrado sus carencias y ahora las vamos a sentir en nuestras carnes. La única certeza que tenemos es que, en los próximos treinta meses, Sánchez se va a agarrar con uñas y dientes a su sillón, haciendo y diciendo las cosas más delirantes con tal de no bajarse de él. Obsérvese que en los últimos dos años no ha habido ni una sola dimisión gubernamental con todo lo que hemos presenciado. Ese viento de propaganda populista sembrado, al único que puede beneficiar es a Iglesias, presto a ponerse el peinado de socialdemócrata populista para asegurarse un cómodo retiro en la oposición.
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