Opinión

La empatía de Illa

Hoy ha salido el sol en La Moncloa. En una mano, este Ejecutivo puede exhibir el logro de la ampliación de los ERTE hasta el 30 de septiembre, menos da una piedra. En la otra, la convalidación del decreto de la nueva normalidad, respaldado por una amplia mayoría de partidos, incluso por el PP, que también apoya sin fisuras la candidatura de la vicepresidenta Nadia Calviño para presidir el Eurogrupo.

Extraña ver a sus señorías tan crispados en el Hemiciclo y horas después, como por arte de magia, poniéndose de acuerdo por el interés general (excepto ERC, ese socio desleal que solo mira a Cataluña). En todo caso, alivia comprobar que nuestros políticos han tomado nota del clamor popular para que se entiendan y nos lo muestren con hechos. La empatía es ya, en este colectivo, un plus muy cotizado: nunca sobra, y menos aún la educación. Por eso, al ministro Illa le honra el gesto de agradecer los servicios prestados a sus colegas de la Comisión de Sanidad. Se ha hecho de repente «un Almeida», ha ganado puntos al elogiarles públicamente, uno a uno. Otra cosa son las evidentes sombras de su gestión al frente de Sanidad. A día de hoy, seguimos sin conocer la cifra real de fallecidos por COVID y el horizonte sanitario que nos dibujan los últimos rebrotes resulta inquietante. Con los hospitales a medio gas y los responsables de las residencias demandando ayudas, nos enfrentamos a un verano complicado e incierto. Aragón, Málaga y Cantabria quitan el sueño, aunque nos expliquen desde Sanidad que todos los focos están controlados. Hay un paciente cero en Navalmoral que sigue en paradero desconocido, hay cumpleaños y eventos de norte a sur que derivan en decenas de infectados y, por si esto fuera poco, la apertura de las fronteras nos ha dejado, solo en la última semana, 54 casos importados.

¿Qué pasará el 1 de julio, cuando la Unión Europea abra sus fronteras? El protocolo de la cámara térmica en los aeropuertos se queda cortísimo. Mientras la Comunidad de Madrid pide a Pedro Sánchez que exija a los turistas llegar a Barajas con un test PCR en mano, más de 150 países aplican sin miramientos restricciones a los españoles. Aquí hay algo que falla. Aquí tampoco hay plan B.