Opinión

El derrocamiento

Maduro dice que Leopoldo López lo quiere derrocar. Todos los tiranos de vocación totalitaria viven siempre paranoicos pensando que alguien los quiere derrocar. Es una cosa lógica dada su condición. Los tristes destinos posibles de cualquier tirano siempre serán morir en el lecho inexpugnable o ser derrocado por el pueblo. Ellos mismos se ciegan cualquier otro posible camino intermedio, con lo cual se abocan a una desasosegante vida de crimen a todo o nada.

Los políticos democráticos, en cambio, no piensan en ser derrocados; saben desde el principio que les tocará irse humildemente cuando el votante cambie de opinión. Por eso llama la atención las curiosas concomitancias de la retórica que está usando Maduro estos días con la que utilizó nuestro gobierno, supuestamente progresista, hace cuatro semanas, para explicarse en el Congreso de los Diputados cuando fue arrinconado por sus errores con el coronavirus. Al presentarle la oposición objeciones perfectamente democráticas, el gobierno se puso a chillar histéricamente que lo querían derrocar, con una vociferación histriónica que recordaba a la del cerdo cuando lo llevan al matadero.

Del mismo modo que Maduro nos cuenta que López, según su versión, está recabando armas y soldados para dar un golpe de estado, les recuerdo que, en nuestro país, hace menos de un mes, hubo un ministro que quiso también hacernos creer que aquí era nada menos que nuestra policía quien anhelaba hacer tal cosa. Por supuesto, las carcajadas se escucharon en seiscientos quilómetros a la redonda y la afirmación solo sirvió para que los españoles se preguntaran qué cerebro privilegiado podía considerar cierto eso, mientras cabeceaban consternados ante la evidencia de que estas son las cosas que suceden cuando se nombra ministro a un especialista circense de absoluta irrelevancia política.

¿Es tanta la endeblez de la parte socialista del gobierno que no tiene mejores soluciones que imitar el estilo totalitario de la retórica bolivariana? Intelectualmente, es un poco triste ¿no? La endeblez queda confirmada al comprobar que fueron incapaces de obligar a Delcy que no bajara de su avión. Para ellos, un golpista es simplemente alguien que no te vota.