Opinión
Naturalizar a Iglesias
Hay tipos a los que no es preciso insultar porque basta con describirlos. Según el análisis realizado por la psicóloga Pilar Enjamio, Pablo Iglesias está marcado por el infantilismo, el narcisismo y una tendencia a la confrontación que esconde cierto complejo. Tiene un esquema mental en el que siempre tiene que haber vencedores y vencidos con el objetivo de derrocar el poder establecido. Es un actor con varios roles, cuya finalidad es provocar y ser el centro de atención para elevar su autoestima y atenuar su complejo.
Este charlatán de feria vendiendo un producto inexistente pretende ser el curandero de la pobreza y la desigualdad, que él no practica, y a la vez ser el justiciero repartiendo injusticia. Ha hecho de la contradicción una virtud y mientras se deshace y rehace la coleta, gesto muy recurrido en sus diatribas, dice una cosa y la contraria.
Recurre a la democracia avanzada que, como todo el mundo sabe, su principio es la ética, la autonomía y la libertad, para naturalizar el insulto y justificar los ataques, propios de una dictadura retrógrada, a la prensa, a los fiscales, a los jueces y a los medios de comunicación porque no le gusta como está derivando el «caso Dina», donde las cloacas han pasado de ser de Estado a ser cloacas propias.
Es como si tuviéramos dos gobiernos: uno que persigue el bulo y los insultos, y otro que los impulsa y los naturaliza. Los ministros Ábalos y Montero miran para otro lado, la Moncloa de Sánchez no quiere ser la intérprete de la Moncloa de Iglesias y lo máximo que dice la una de la otra es que sus afirmaciones le retratan. Y yo me pregunto: si son tan conscientes, ¿por qué el presidente no cesa al vicepresidente, o es que pretende naturalizar a Iglesias?
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