Opinión
Cercados por el virus
Algunos lo llaman «restricción de movimientos», pero no nos engañemos: estamos ante un preocupante confinamiento de comarcas y ciudades, ante un nuevo desafío para las autonomías y para el propio Ministerio de Sanidad. No sé si es mejor pensar que nos azotan, en pleno verano, los últimos coletazos del coronavirus, o que nos enfrentamos a una segunda e incierta oleada de la pandemia. Están bajo el foco Lleida, Huesca, Zaragoza, L’Hospitalet y, vete a saber si, en breve, Barcelona. Aragón y Cataluña sufren el mal de la transmisión comunitaria en una península de puertas abiertas. ¿Cómo permitirnos cerrarlas justo ahora, en un país que vive por y para el turismo? ¿Qué les dices a esos autónomos que ya se han gastado su colchón de ahorros esta primavera, para sobrevivir?
No podemos volver a encerrarnos, no nos bastará la ayuda comunitaria que imploremos en la cumbre europea que hoy comienza. Debemos aprender a convivir con el coronavirus, y eso significa ganar en responsabilidad individual. Hemos pasado, de una forma tal vez demasiado abrupta, del estado de alarma a la euforia colectiva de la libertad callejera, y ahora empezamos a verle las orejas al lobo.
Si queremos honrar a las personas que han perdido la vida en hospitales y residencias, si pretendemos homenajear a los trabajadores esenciales y a esos sanitarios que lucharon para salvar otras tantas, que sea con nuestro ejemplo diario. Los funerales y las ceremonias civiles se agradecen, pero tengo la sensación de que llegan a destiempo. Demasiado tarde, o tal vez en medio del problema, cuando las cifras oficiales siguen sin concordar y no sabemos a qué atenernos.
Lo de ayer en el Palacio Real, en todo caso, fue un acto que merecía nuestra sociedad crispada, un balón de oxígeno para los partidos políticos y para los propios Reyes, que lo presidieron. Sobre los ausentes VOX, ERC, la CUP y Bildu, allá ellos con su conciencia. Es de agradecer que los que sí acudieron, Torra incluido, estuvieran durante un rato juntos, unidos en silencio, respetando el protagonismo de las víctimas. Explicó Aroa López, enfermera, cómo se tragó las lágrimas tantas veces, ante pacientes que no querían morir en soledad. Y pidió memoria para las víctimas del coronavirus Hernando Calleja, hermano del gran Jose Mari. Descuida, Hernando… Imposible olvidarles.
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