Opinión
Por mucho que ladren
¡Todo llega! Desde mi rincón gaditano te escribo, recién llegada a casa, agradecida. El corazón familiar recargándose, muy lentamente, ávido de nuevos abrazos, cuánta falta hacían después de tantos meses de oscuridad y miedos. Confirmo con orgullo que aquí, en el sur del Sur, se están cumpliendo las normas antiCOVID incluso en la calle, cuando el termómetro rebasa los 40 grados. Y sí, sigue oliendo a dama de noche cuando paso por mi calle, y a sal marina cada mañana. La bahía de Cádiz, milagro de la Naturaleza, refleja el color y la belleza de cada uno de sus días largos, mecidos por el viento de levante o de poniente, según le dé. Insuperables las puestas de sol en cada una de las playas de la Costa de la Luz.
Inolvidables los atardeceres junto a las amigas de siempre, ésas con las que espero envejecer dentro de muchísimos años, cada una de su padre y de su madre. Nos reconocemos todas en la diversidad que encarnamos y en el común denominador que nos hará eternas. Nos ponemos al día con apenas una mirada y un comentario explicativo. Las penas las convertimos en chistes, si se tercia.
Les pido que no atiendan tanto a las redes sociales: ellas sufren por mí, saben de sobra que ésta que te escribe no es facha, ni le gustan los extremos, ni las polémicas, ni se casa con nadie, ni le han regalado jamás nada. Yo les recuerdo que «quisieran los perros de la cuadra tuitera acompañarnos donde vayamos, mas la estridencia de sus ladridos solo demuestra que cabalgamos». Una me cuenta una pena. Otra, una alegría. Una tercera oposita. Una cuarta no deja de acumular clientela, y me nombra de repente a mi abuela. Y yo le confieso que sigo sin acumular fuerzas para conocer su tumba. Creo que nunca volveré a su casa.
Teresa ya reside en mí, y en los ojos de mi madre, y en cada ser que tuvo la fortuna de conocerla. Yo, de mayor, quiero ser como ella… Genio y figura. Insobornable, protectora de los suyos, la verdad siempre por delante. Como ves, persisten las fortalezas y las flaquezas en mi mochila veraniega, pero este parón en casa invita al optimismo. A la desconexión de las redes sociales. Por mucho que ladren.
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